Lo 'woke'
Son muchas las personas e instituciones que consideran que el sistema democrático se encuentra en serio peligro de extinción. Y el problema no es solo de España
El anglicismo está en boca de todos. En realidad son pocos los que comprenden su significado, conocen cuál es su origen y lo emplean de ... modo adecuado. Según un estudio realizado en 2021 por el King's College London, el 26 % de los británicos consideraba que se trataba de un piropo, un 24 % pensaba que era un insulto y el 50 % restante, no sabía de qué le estaban hablando. A pesar de este gran desconocimiento, su onda expansiva es enorme.
El Gran Despertar ('Great Awokening') se refiere a la toma de conciencia de la opresión sufrida por la raza negra, y otras minorías raciales, a manos de los blancos. Lo que exige de ellos que expíen su culpa. Ser 'woke' equivale a permanecer despierto ante injusticias y discriminaciones. Su mantra es que todo el sistema se ha construido en su contra para perpetrar y perpetuar la injusticia. A esta causa se adhirió con entusiasmo buena parte de la izquierda estadounidense y, tras ella, el resto de la izquierda. Uno de los pensadores más notables de 'lo woke' es Ibram Kendi para quien «el racismo es esencialmente capitalista». Demostrar la falsedad perversa de este aserto desborda las pretensiones de este artículo. Pero esto forma parte de la estrategia: plantear temas de calado, que deberían dar lugar a análisis serios y debates fructíferos, constructivos y respetuosos, como dilemas. Kendi fue por ejemplo quien acuñó que, respecto al racismo, o eres antirracista (es decir, o apoyas de forma activa políticas públicas e ideas contra el racismo), o eres racista. No existe el no racismo. Así es también como se plantean: aborto, emigración, respeto a las diferencias, eutanasia, impuestos, ecología y tantas cuestiones básicas para poder disfrutar de una convivencia pacífica, propia de sociedades cohesionadas, bien estructuradas y respetuosas con todos.
El éxito de 'lo woke' está en plantear cualquiera de los temas del debate político que ayudan a una sociedad a crecer con madurez y vitalidad, como falsos dilemas o dilemas mal planteados. De este modo, hasta el más romo es capaz de saber qué tiene que decir para ser aceptado. No hay debate sobre los grandes temas, hay dilemas mal planteados, de forma que si pretendes estar alineado en «lo correcto», «lo progresista» y no ser tildado de fascista o de violento o de lo que sea, tienes que marcar la casilla correcta, pero te será fácil acertar. Tampoco se admiten críticas ni disidencias. «Criticar nuestro viaje a América es violencia», Isa Serra dixit, tras las más que razonables dudas sobre la oportunidad del gasto público realizado.
Todo esto no se reduce a cuatro discusiones apasionadas en las redes. Lo grave es que afecta a la calidad de nuestro sistema democrático. Son muchas las personas e instituciones que consideran que el sistema democrático se encuentra en serio peligro de extinción. Y el problema no es solo de España, que también. Vendría a ocurrir aquello de que «entre todos la mataron y ella sola se murió»: crisis económica, crisis sanitaria, crisis cultural, desarraigo y desafección hacia el sistema e incluso, los propios estados avanzados occidentales –hasta hace poco sus paladines– parecen empeñados en asestarle puñaladas día sí y día también.
Si las definiciones comúnmente aceptadas de lo que son los estados fallidos no fueran tan restrictivas, parecería que los estados liberales occidentales son una sucesión de ellos. En tanto en cuanto la separación de poderes es una entelequia, la justicia es lenta y depende en sus altas instancias de quién nombra a cuántos, el Parlamento un gallinero de maleducados y el enfrentamiento y la búsqueda de la división parecen la norma. Asusta constatar la frivolidad con que se atenta contra el sistema de libertades que ha costado tanta sangre y siglos alcanzar. ¿Hacia qué abismo nos dirigimos así? ¿Hay quizá alguna mente superior que considera por nosotros que las autocracias rusa o china son modelos válidos para reemplazar nuestros sistemas democráticos? ¿Acaso a un poder que se siente débil e incapaz para hablar y consensuar le gusta más esto? A mi no.
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