Teorías del interior
Sale el sol, llega el rayo hasta el interior del bar, con el aforo limitado, pero con el periódico de mano en mano salvando el Occidente cotidiano que es el heraldo y los bares
El bar abierto es una especie de resurrección, y creo que nos la merecemos. Llevaré como más de 53 días mohino y ya saben por ... qué es. Primero nos quitaron la barra, después nos quitaron el interior, después al bar le pusimos la mortaja hasta que salió lo de las terrazas. Todo en algo así como una muerte anunciada en la que nos ha salido moho en la casa, en salva sea la parte, en las esquinas más recónditas del alma. Tanta austeridad mata, no se engañen. Toda esta Castilla silente nos ha dolido. Y a la Ciencia más le vale que esto no se vuelva a repetir. Incluso las intrigas politiquillas que todos sabemos, serán saboreadas con retranca.
Pienso, a raíz de esto, en aquel jueves antes del confinamiento. Desde el Hotel Mozart al Bar, con las marujas y el sol, se me quedó cerrada una primavera temprana. Antes del secuestro civil, imaginen, yo andaba preocupado por una recesión y por lo mal soleada que estaba mi oficina. Un tiempo perdido en sufrimientos vacuos. Quiero decir con esto que en el alivio de confinamiento usted, lector, debe volver a pisar las calles nuevamente. Y, en respetando las distancias, entrar a ver al perro de Porcelana, a ciscarnos en en el populismo mientras el pianista toca algo de Cole Porter y sí, hay que reconocer, que esta enésima desescalada sí que nos pone.
Prometo no volver a meterle melancolía a estas columnas de domingo. Sale el sol, llega el rayo hasta el interior del bar, con el aforo limitado, pero con el periódico de mano en mano salvando el Occidente cotidiano que es el heraldo y los bares. El periódico dentro de los bares.
Mañana es 8-M, a ver si no nos liamos. Como sociedad, digo.
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