La diferencia entre un terreno productivo que permite cambiar de cosechadora y otro que apenas da para comprarse una boina es el agua. No me ... voy a poner cursi recordando que nuestros antepasados se asentaban cerca de los ríos y arroyos, un tesoro por el que muchos han matado y otros tantos han muerto defendiendo su explotación. Por fortuna, en este siglo y en España rara vez alguien se lía la manta a la cabeza por cosas así, entre otras razones porque para conquistar el líquido vital no hacen falta mosquetones: basta con una perforadora (o un pico y mucha paciencia) que agujeree el suelo hasta dar con él.
El problema ha adquirido tales dimensiones que una organización como Greenpeace sostiene que en nuestro país hay un millón de captaciones ilegales.
Las confederaciones hidrográficas son las responsables de vigilar que el territorio que dominan no se parezca a un queso gruyer lleno de buracos por donde se roba el agua. Un guarda con el que coincidí cuando estuve trabajando en la del Duero era consciente del problema, pero se las veía y se las deseaba para denunciar todas las ilegalidades porque si pasaba la mañana poniendo multas en una zona, los agujeros los hacían en las más alejadas.
Lo único que se me ocurre para evitar el sonrojo de que el Seprona, dependiente de la Guardia Civil, y los ecologistas nos saquen los colores de vez en cuando, y teniendo en cuenta que casi el veinte por ciento de esta cuenca pertenece a Portugal, es que echemos la culpa a los vecinos…
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