Siempre nos quedará Europa
«De modo que, aunque parezca algo paradójico, quizá sea desde los ámbitos más amplios –como la Unión Europea– donde el personal aguarda mayor protección y sintonía en el mañana»
Según las conclusiones del último Eurobarómetro, la opinión mayoritaria se habría vuelto mucho más positiva respecto a las medidas adoptadas por la Unión Europea para ... luchar contra la pandemia del coronavirus a partir del invierno de 2020-2021. Lo que no es tan de extrañar. Por un lado, ha aumentado en todo el mundo la impresión general de que ningún gobierno ha acertado plenamente en la gestión de la covid-19. Al tiempo que, entre buena parte de los países de Europa, iría predominando cierta comprensión en lo que atañe a las decisiones tomadas por los gobiernos nacionales para combatir esta peste contemporánea. Por otro lado, los dirigentes de naciones como el Reino Unido, Israel o incluso los mismos EE UU, que presumían de resolver este problema global con mayor rapidez y contundencia que otros, han tenido que asumir que nadie estuvo a salvo de errores o precipitaciones. Y que, al final, donde no hicieron estragos las primeras olas de la pandemia terminaron causándolos las más recientes.
Además, el apoyo –sin apenas titubeos esta vez– desde las más altas instancias de la UE a un verdadero plan de choque y recuperación de las economías de la eurozona ha influido significativamente para que sus ciudadanos volvieran a cobrar una confianza en dicha institución que parecía casi perdida. En muchos casos, podría decirse que esa sensación de que la UE es, a la postre, más fiable que los estados que la componen por sí solos se ha abierto paso. Aumenta, pues, la percepción de que –más allá del crédito escaso que nos van mereciendo las instituciones autonómicas y nacionales– Europa, finalmente, nos acoge y ampara. Y constituye una garantía de estabilidad económica y un auténtico proyecto de futuro.
No siempre ha sido así. No habría más que pensar en la última gran crisis de hace diez años para comprobarlo. Porque, precisamente, lo que pone de manifiesto la actual encuesta del Eurobarómetro es que la ciudadanía mira esperanzadamente el horizonte de la Unión, con un optimismo y seguridad que alcanzan unas cotas no logradas desde el 2009. El respaldo comunitario a la moneda del euro toca –también– uno de los niveles más altos desde 2004. Mientras, la población europea considera en una proporción importante que el plan de recuperación Next Generation de la UE resultará eficaz para responder, de ahora en adelante, a las nefastas consecuencias de la pandemia en lo económico y social.
Sin embargo, no abunda la satisfacción –sino más bien la inquietud– en lo referente a muchas de las gestiones que los organismos locales y autonómicos realizan o realizarán. Si atendemos a Castilla y León, sorprende y desorienta que, en fechas pasadas, el gobierno regional haya contribuido a dinamitar en las Cortes un proyecto (el de reforma de atención primaria) que está siendo impulsado por él –o, al menos, por la parte minoritaria del mismo–. Con la consiguiente y justificada alarma, entre partidos y medios, ante la hipótesis de que pudieran adelantarse –aquí– las elecciones. Y la preocupación añadida que suscita el hecho de que el desacuerdo interno ha tenido lugar en un terreno tan esencial y sensible para la gente –en tiempos de pandemia– como es el de la sanidad.
De modo que, aunque parezca algo paradójico, quizá sea desde los ámbitos más amplios –como la UE– donde el personal aguarda mayor protección y sintonía en el mañana. Lo que no deja de poseer su lógica, si pensamos que los problemas que vienen afectando a los ciudadanos tienen –en buena medida– un carácter global y que podrán ser más adecuadamente atajados si las soluciones son también globales. La subida de precios de la energía, con la correspondiente inflación, las cíclicas crisis económicas, el deterioro y carencias de la sanidad pública, obedecen a tendencias generales que han de ser afrontadas –sí– localmente, pero sin olvidar nunca que la respuesta a las mismas debe ajustarse a esos marcos o escenarios internacionales.
Puesto que habría de procurarse llegar a consensos de Estado entre los partidos sobre las grandes cuestiones. Lo que no pasa. Por lo cual es para alegrarse de que, en los peores momentos, «siempre nos quede Europa».
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