El sueño de Vargas Llosa
«Hoy la neutralidad parece consistir en callar, mientras unos u otros toman partido con invectivas y exabruptos, discursos extremos que abren la puerta al rencor entre conciudadanos»
Se ha cumplido el sueño de Mario Vargas Llosa, la celebración del Congreso del español en Arequipa, mientras Perú atraviesa su enésima crisis (siete presidentes ... en menos de diez años). En ausencia de representación peruana del más alto nivel, España ha estado a la altura gracias a la magnífica prueba de compromiso con Hispanoamérica de su Majestad el Rey Felipe VI, honrando la palabra dada en circunstancias adversas. Tanta ejemplaridad pública de la Corona contrasta con las incendiarias declaraciones de irresponsables representantes institucionales, cargos públicos en la nómina del Estado dedicados a generar discordia con sus usos torticeros del español.
Ya el lunes pasado, la Fiesta de la Hispanidad nos demostró que algunos no tienen consideración ni por la patria, ni por la cultura, ni por sus promesas o juramentos constitucionales. Guardar y hacer guardar la Constitución, con lealtad al Rey, no tiene nada que ver con insultar a diestro y siniestro, desde un tacticismo de moda que incluye romper lo que sea preciso para alcanzar los propios objetivos o frustrar los del adversario. Todo vale para los pirómanos políticos si sus entrenadas redes les aplauden convencidas.
Por contraste, las instituciones fiables sí mantienen la templanza. La Real Academia Española, bien dirigida por Santiago Muñoz Machado, sigue siendo el faro del español, junto a la red de academias – ASALE –, cuyos presidentes y presidentas dan voz a cientos de millones de hispanohablantes. Perú, como México o Argentina, atesora un rico acervo lingüístico mestizo destacado estos días. La poesía, la literatura, las canciones e incluso las conversaciones de la calle en Lima o Arequipa nos recuerdan que formamos parte de una comunidad amante de las más bellas palabras: las que enlazan a César Vallejo con Gabriela Mistral, a Mario Vargas Llosa con Soledad Álvarez.
Esta lengua común permite expresarse para reivindicar derechos, pedir justicia, denunciar agravios, señalar defectos o alabar esfuerzos personales y colectivos. Su gramática y pragmática pueden emplearse con fines muy diversos: acordar, comerciar, transmitir ternura o amor, consolar o denigrar con las peores intenciones posibles. Cuando esto último se hace sin reconocer la alteridad, sin dar opción para un espacio de entendimiento, rompiendo los puentes de la comunicación adrede, el perjuicio humano y social siempre resulta lamentable. Por eso se requieren las palabras perdón, disculpas, lo siento o me equivoqué.
Lástima que casi nadie confiese arrepentirse de sus meteduras de pata verbales. Y el silencio de los prudentes o la aquiescencia de los moderados propicia la invasión del espacio por quienes carecen de pudor o decoro. Hoy la neutralidad parece consistir en callar, mientras unos u otros toman partido con invectivas y exabruptos, discursos extremos que abren la puerta al rencor entre conciudadanos.
Esto sucede a uno y otro lado del Atlántico, como demuestra Perú. No es extraño que, en el país de Vargas Llosa, pocas personas en sus perfectos cabales decidan dedicarse a la política, así que en su lugar se eligen desaprensivos que luego actúan en consecuencia, por lo que son procesados y encarcelados. El viento y los barros de las palabras se transforman en hechos de lodo y tempestades. Nadie que esté cerca se libra de las manchas cuando se inician las dialécticas sin cuartel, las guerras de poder.
En estos casos, ¿qué hacer? Quizás lo más sensato sea resaltar los éxitos del español en Arequipa: la presentación del colosal Diccionario histórico; el compromiso de más de seiscientas instituciones con la claridad en la comunicación; la reivindicación del mestizaje lingüístico; los debates sobre los usos adecuados de la inteligencia artificial en nuestro idioma; el encuentro de tantos congresistas unidos por la cultura común; el conciliador discurso del Rey, aplaudido por todos los hispanoamericanos.
Una semana después del 12 de octubre, tras el Congreso de Arequipa, a pesar de los intentos de reventar celebraciones, continúa fecunda la proyección española en América. Mario Vargas Llosa sonreirá donde esté al contemplar los homenajes a su persona y obra. Muy por encima de las polémicas, de las conspiraciones políticas y académicas, el tiempo demuestra quien logra el concierto general, el sueño liberal de la concordia.
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