Regenerando 'ad nauseam'
«Igea se había encumbrado como un hombre creíble que garantizaba el cambio en Castilla y León por su autonomía respecto a Rivera y por su actuación en las primarias. Muchas personas pensaron que merecía la pena votarle; muchas que si hubieran querido que el PP siguiera gobernando habrían votado a este partido y no a Ciudadanos; muchas que hoy se sienten frustradas»
Javier Izquierdo
Lunes, 8 de julio 2019, 07:28
Nuestra comunidad va a contar con un nuevo presidente de la Junta de Castilla y León; nuevo, porque no es el mismo de antes, aunque sí del mismo Partido Popular que, después de 32 años al frente de la Junta, exhibe una hoja de servicios que evidencia su incapacidad para luchar contra la despoblación y serios problemas de corrupción de los que los tribunales darán noticias en esta legislatura.
Quién lo iba a decir después de la campaña de las elecciones autónomas y del resultado de estas. A cualquiera que preguntaran antes de la cita electoral qué ocurriría al día siguiente, respondería sin dudar: si el POSE de Luis Tudanca gana las elecciones, Ciudadanos le apoyará si su concurso es necesario para que el PP no gobierne Castilla y León después de 32 años, para que haya cambio.
Este era no solo el convencimiento mayoritario, sino también el anhelo de la mayoría de castellanos y leoneses: que por fin hubiera cambio en esta tierra, cambio de partido en el Gobierno autonómico. Sin embargo, lo ocurrido no ha respondido a esas esperanzas: de Madrid vinieron los hombres de negro del PP y Ciudadanos y sellaron el acuerdo en media hora. Los dilatados detalles del vergonzante reparto de sillas (la Alcaldía de Palencia la tienen los naranjas con 3 de 25 concejales y Vox mediante, la Diputación de Zamora también la presidirán con un solo diputado...) han permitido ver uno de los mayores ejercicios de cinismo político que se hayan conocido por estos lares. Eso sí, todo envuelto en mucha regeneración, con consejería incluida. Como se diría en términos dialécticos: regenerando 'ad nauseam', es decir, repitiendo muchas veces una mentira para que parezca una verdad.
El pacto se fundamenta en dos engaños de los que Ciudadanos, con Francisco Igea a la cabeza, es protagonista y responsable. El primero es el autoengaño: cuatro años lleva el PP firmando acuerdos de gobernabilidad y presupuestarios con Ciudadanos, todos ellos llenos de flagrantes incumplimientos. Sorprende oír a Ciudadanos decir hoy que Mañueco puede ser la renovación en el PP, siendo el mismo que rubricó alguno de ellos, pues ya era presidente de los populares. En el diario de sesiones de las Cortes de Castilla y León puede constatarse la burla con la que los populares trataban después al entonces portavoz naranja, hoy presidente de la Cámara. Este autoengaño consciente es propio del cinismo que ha impregnado todas las negociaciones.
El segundo engaño es el que Ciudadanos, más bien Igea, ha perpetrado con sus votantes. Es verdad que uno escuchaba a Rivera y solo oía que con el PSOE no habría pactos. Sin embargo, cuando nos situábamos en Castilla y León, aparecía Igea asegurando que desalojaría al PP de la Junta y escuchábamos a Mañueco, con desesperación, afirmando que Igea pactaría con los socialistas a tal fin. Y, en mi opinión, ocurrió que muchas personas que querían un cambio real, no queriendo votar al PSOE, confiaron en el discurso de Igea. Es más, confiaron en que se había enfrentado a la candidata de Rivera en las primarias de Ciudadanos (la mismísima Silvia Clemente, a la que todos recordamos echando pestes de Mañueco cuando dejó airadamente el PP). Igea perdió aquellas primarias inicialmente para luego ganarlas después de denunciar un pucherazo. Igea se había encumbrado como un hombre creíble que garantizaba el cambio en Castilla y León por su autonomía con respecto a Rivera y por su actuación en las primarias. Muchas personas pensaron que merecía la pena votarle; muchas que si hubieran querido que el PP siguiera gobernando le habrían votado a este partido y no a Ciudadanos; muchas que hoy se sienten frustradas; muchas que sienten que su voto ha ido directamente a la papelera; muchas que, en palabras del propio Igea, hoy se sienten cabreadas. Muchas a las que oír hablar manidamente de regeneración les produce náuseas.
Seguro que el desengaño es mayor cuando se repasan estas semanas en las que hemos visto al candidato de Ciudadanos poco menos que decir que él no quería, que le obligaban en Madrid… Al mismo tiempo, le hemos visto dar una rueda de prensa pidiendo a Rivera la abstención en la investidura de Pedro Sánchez, la misma que él le niega a Luis Tudanca, ganador de las elecciones, como le negó sentarse a hablar, aunque solo fuera por cortesía política, algo que sí hicieron sus compañeros de Murcia con el candidato socialista, que también allí ganó las elecciones. En el fondo, Igea debe de pensar lo mismo que Rivera: que dialogar entre distintos es una pérdida de tiempo. Y yo pensando que era la esencia de la democracia...
El cambio tardará un poco más en llegar a Castilla y León, pero va a llegar. Para ello, los socialistas tenemos que mantener el apoyo logrado en las últimas elecciones autonómicas y convencer a esos muchos que hoy se sienten estafados de que somos el partido que va a traer ese cambio que ellos también anhelan.
No nos resignamos a que Ciudadanos se convierta en el CDS 2.0 y que, como el de 1987, sea absorbido por el PP. Trabajaremos para ampliar la confianza que otorgaron a Luis Tudanca y a nuestras siglas el pasado 26 de mayo y, por fin, traer el cambio real a Castilla y León. Estoy convencido de que, sumando las voluntades de todos los que quieren cambio, el cambio será una realidad en Castilla y León más pronto que tarde.