El peligro de la inflación
Editorial ·
España afronta la amenaza de un giro en la política monetaria lesivo para sus intereses si se prolonga la escalada de los preciosCuando, tras una larga etapa por los suelos, la inflación volvió a ser un problema, el Gobierno de Pedro Sánchez y organismos como el Banco ... Central Europeo lanzaron mensajes tranquilizadores basados en la confianza de que, aunque brusca, se trataba de una escalada transitoria y sugirieron su cese en torno a la próxima primavera. Esa fecha se aproxima y no es solo que el encarecimiento de la energía –el principal causante de la subida– siga sin dar tregua, sino que se ha trasladado a otros bienes y servicios. Esa situación, unida a persistentes cuellos de botella en la cadena de suministros, ha disparado los precios al mayor nivel en 29 años y medio, mientras el vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, y el presidente del Bundesbak, Joachim Nagel, advierten de que el aumento quizás no sea tan pasajero como se había pronosticado. El 6,5% registrado en España el pasado ejercicio y el 5% en el conjunto de la Eurozona reflejan la gravedad del problema, sin que exista indicio alguno de su encauzamiento a corto plazo.
El BCE se ha comprometido a mantener los estímulos monetarios hasta que la economía se recupere por completo del mazazo de la pandemia. Pero, siendo el control de la inflación su principal objetivo fundacional, su prolongada permanencia en tasas muy superiores al objetivo del 2% redoblaría las crecientes presiones para que eleve los tipos de interés, actualmente en el 0%. Un escenario peligroso para España, que no tiene solo uno de los IPC más altos de la UE, sino una gigantesca deuda cuya financiación tensionaría sobremanera las arcas públicas una decisión de esa índole. Hace unos meses era absolutamente descartable a corto plazo. Ahora lo es menos.
El irrefrenable optimismo del Gobierno no debería ignorar las incertidumbres que unos precios desbocados plantean sobre la recuperación económica y la estabilidad futura de las cuentas públicas. Por ahora, ha penalizado el consumo –un puntal básico de la actividad– al reducir el poder adquisitivo de millones de familias, y presiona los salarios y los márgenes de las empresas en un país cuyo PIB es el que más lejos está de alcanzar el nivel precovid dentro de la Unión. Gastada con escasos resultados su munición para frenar la escalada de la energía, el Ejecutivo dispone de limitados resortes para contener la inflación. El éxito en su manejo requiere una condición previa: otorgar al ascenso del IPC la importancia que tiene.
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