La odiosa tarea de la guerra
«Parar una guerra sin alimentar otro conflicto bélico es ahora la obligada y difícil estrategia de la Alianza Atlántica»
Siguen día tras día en las calles de Moscú las manifestaciones contra la guerra de Ucrania, escasas y breves protestas que son reprimidas por la ... policía con exigua violencia policial. Esos animosos pacifistas, que pregonan su protesta escrita con rotulador en un folio blanco, pasan luego unas horas ante los tribunales y son puestos pronto en libertad condicional, aunque su delito, la causa infame de su breve alboroto callejero, podrá costarles hasta quince años de prisión.
Así lo pregonan los medios de comunicación oficiales controlados por el famoso Roskomnadzor, el Servicio Federal de Supervisión de las Telecomunicaciones, Tecnologías de la Información y Medios de Comunicación encargado de censurar a la prensa y aplicar un riguroso bloqueo selectivo de Internet. No se distingue el pueblo ruso por practicar un ingenio humorístico listo para la risa; en todo caso, los rusos son maestros del humor negro y de la broma maniobrada con un simple juego de palabras. Así ridiculizan estos días, por ejemplo, la reciente decisión del pérfido legislador de prohibir la palabra 'guerra': para cumplir con las demandas del Roskomnadzor, el libro 'Guerra y Paz', de León Tolstoi, pasa a llamarse 'Operación especial y alta traición'.
La verdad a medias es el mayor trabuco contra la verdad, advertía un moralista clásico, y el presidente Vladímir Putin ha alcanzado estos días de sobresalto bélico el máximo grado de ambigüedad y feroz engaño en sus discursos y avisos al enemigo: «Os he llamado para discutir con vosotros los problemas de nuestras finanzas a causa de las sanciones de Occidente, al que yo llamo el imperio de la mentira». Así inauguró hace tres días una reunión con los altos mandos de su gabinete de crisis.
Pocas horas antes, el presidente ruso había concedido al primer ministro italiano Mario Draghi su petición de realizar el pago en euros del gas que compran a Rusia los países de la Unión Europea, a los que él llama ladinamente «países belicosos». Una hora después de ese cónclave con sus asesores financieros, Putin firmó un decreto que obliga a los compradores europeos al pago en rublos de ese ansiado y caro gas que alimenta la economía rusa más que ningún otro negocio.
La posverdad , que manipula creencias y emociones, se ha convertido en una de las armas de la invasión rusa de Ucrania, cinco semanas y media de la guerra encendida por Putin que se ha estrellado contra el muro del orgullo de los ucranianos y su resistencia militar inesperada. El fragor de la batalla, el trueno incesante de los bombardeos y la devastación de las ciudades convertidas en ruinas se abren paso frente al letargo político de las instituciones europeas, entregadas a cuadrar las cuentas de sus finanzas y salvar la economía descabalada por los disparatados precios de los combustibles.
La guerra contra Ucrania hizo que el precio del gas de referencia europeo se disparara aún más, llegando el 7 de marzo a su máximo de 345 euros por megavatio hora. Desde entonces, ha disminuido sin caer nunca por debajo de los 100 euros, y ascendió a 125 euros el pasado 31 de marzo, frente a los 50 euros el año pasado. Putin esconde su estrategia bélica, alarga el plazo del alto el fuego y espera que la amenaza de cerrar el grifo del gas siberiano provoque mayor estruendo que los misiles servidos a Ucrania desde los países de la OTAN. La historia está plagada de guerras que se anunciaban de corto plazo y luego se alargaron durante muchos años. Hace casi dos décadas, desde el año 2004, la Unión Europea, entonces Comunidad Económica, abrió con entusiasmo y generosidad sus puertas a los países del este de Europa que formaron parte del bloque soviético.
Alinear a Ucrania en ese espacio europeo libre del dominio ruso no es hoy una maniobra de generosidad, sino un compromiso que sobrepasa la ambición del Kremlin y acredita el apoyo político y la ayuda necesaria para la reconstrucción de ese país arrasado por los bombardeos rusos. La brutal destrucción de esa artillería dejará en ruinas a la economía de Ucrania, y la Unión Europea, al darle el visto bueno para su ingreso en el club de los Veintisiete, respondería con la mayor confirmación de la misión fundacional: establecer la paz en un continente devastado por la guerra.
Durante tres siglos de imperialismo, que desembocaron en la atroz dictadura de la Unión de Repúbicas Socialistas Soviética, Rusia estuvo repetidamente en guerra con Europa occidental. Unas veces fue el país invasor, como contra Polonia y Finlandia; otras, durante la II Guerra Mundial, contra la Alemania nazi que costó la vida a más de treinta millones de personas, fue víctima de una agresión. La guerra relámpago programada por Putin, que tiene ya conciencia de estar librando su batalla contra la OTAN, ha fracasado.
Parar una guerra sin alimentar otro conflicto bélico es ahora la obligada y difícil estrategia de la Alianza Atlántica. Las armas sirven para recuperar territorios, pero después de la batalla queda pendiente la certificación de la victoria y la vuelta a casa de los triunfadores y los exiliados. Homero, el gran poeta épico de la antigüedad, narró un largo combate en su 'Ilíada' y puso en marcha la mayor fábrica literaria de héroes; en su 'Odisea', diez años de tornaviaje temerario, el cronista ciego relató el regreso a casa de uno de ellos, Ulises, para celebrar al fin «la odiosa tarea de la guerra».
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