Matar al padre
«El raro auto-exilio de Don Juan Carlos, que –según se va sabiendo– dista bastante de serlo por propia decisión, tiene algo de muerteu omisión simbólica; de asesinato mítico del padre»
Ahora que parece que el emérito no vendrá –finalmente– por Navidad ni siquiera como rey mago, conviene que pensemos si tan extraña circunstancia afecta sólo ... a la familia real o no nos atañe un poco, también, a todos nosotros. Porque el raro auto-exilio de Don Juan Carlos, que –según se va sabiendo– dista bastante de serlo por propia decisión, tiene algo de muerte u omisión simbólica; de asesinato mítico del padre (o de quien, sin duda, fue imagen paterna de la transición y del tiempo que vivimos después). Lo que significaría que, con el ocultamiento o evanescencia de su figura, muere toda una época. Aparte debemos dejar sus posibles irregularidades fiscales o culpas de cualquier clase; la traición a su propio cometido; la decepción colectiva. Interesa considerar qué alcance tiene esa 'liquidación' apresurada e irreflexiva de un personaje y un periodo.
La narración de Edipo y la muerte simbólica del padre es conocida, pues podría decirse que se ha vulgarizado entre las sociedades contemporáneas a partir del momento en que Freud convirtió este mito clásico en elemento clave y central de su teoría psicoanalítica. No obstante, no son muchos quienes han leído y visto representar la trilogía edípica o 'tebana' de Sófocles, que inmortalizaría a su protagonista como héroe trágico. Y menos aún los que tienen noticia de las versiones legendarias del tema que, muy probablemente, entroncan con una tradición anterior a la fijación que hicieron los autores griegos de tal asunto y no al revés. Sin embargo, y contradiciendo en parte las suposiciones de Freud, las referencias que se conocen del relato de Edipo como cuento-tipo no apuntan a que se trate de una historia universal. Aunque sí se recogen y están catalogadas en el Índice cuentístico de Aarne-Thompson versiones orales de países sorprendentemente distantes entre ellos.
Lo que no cabe cuestionar es que la aproximación de Freud a esta historia desbordó los ámbitos académicos y de especialistas, impregnando nuestras cautelas sexuales e instalándose en la vida cotidiana de las personas. Otra cosa es reducir su significado al análisis freudiano –tan centrado en aspectos sexuales– de este conjunto de relatos con Edipo como eje, o asumir la universalidad de lo que en los mismos se nos cuenta. Lo cual, en lo que atañe a las evidencias mostradas por la parcial difusión de sus versiones en el campo del folklore, resultaría discutible. Sin hablar de la visión defendida desde el psicoanálisis, que ligaba el relato al asesinato del padre por los hijos de una supuesta 'horda primigenia'; encontrándose en este hecho el origen del totemismo y del tabú del incesto. E incluso el inicio de las culturas como represión o sublimación de lo prohibido. Presunciones que no han obtenido confirmación ni credibilidad por parte de la antropología posterior.
A pesar de ello, el asunto más debatido y relevante que emerge de la narración sobre Edipo y sus derivaciones quizá no sea el que acabo de exponer, sino la crueldad del hado que lo persigue con sus terribles designios. Puesto que ni los intentos del padre ni la propia voluntad de escapar al destino evitan la tragedia. Ni Edipo ni Layo, ni el hijo ni el padre, son del todo inocentes. Se diría incluso que el lamentable final que uno y otro tienen se justifica por los actos indebidos que cometen. Consciente o inconscientemente. No hay azar, aunque el sino se disfrace de él. Se ha ofendido a los dioses y Edipo se ve condenado a exiliarse, ciego y vagabundo, de una Tebas sitiada por la peste. Puede que hasta contando su propio relato. Un relato que tendría de fábula y de cuento su orientación moral o moralizante; de leyenda, su verosimilitud y posible referencia a un personaje, época o lugares concretos. De mito, el revelarnos la tensión y luchas subyacentes en la estructura misma de la familia humana.
La biografía de don Juan Carlos, empieza con desgracias y termina trágicamente. Él constituyó para bien o mal un eslabón principal en la cadena de acontecimientos del último medio siglo. E impresiona que, hoy, los poderes fácticos lo prefieran lejos de su país, como un proscrito de la Historia.
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