Nuestra masacre de Uvalde
El número de suicidios esboza un fracaso colectivo como sociedad que, de algún modo, es equiparable al que en otras latitudes representaría el libre uso de armas de fuego
La actualidad de esta semana nos estrelló contra la tragedia de un suceso desgarrador. Hasta 21 personas, en su mayoría niños de muy corta ... edad, perdieron la vida a manos de un joven armado que entró a la escuela primaria Robb en Uvalde, en el estado de Texas. Según el New York Times, el del pasado martes fue el tiroteo masivo más mortífero registrado en Estados Unidos en lo que va de año. Hasta ahora, según la organización sin fines de lucro The Gun Violence Archive, en aquel país ha habido más de 213 tiroteos y en 10 de ellos la cifra de víctimas mortales ha sido de cuatro personas o más.
La muerte, como final obligado, estación término para todos, desafía los límites de nuestra comprensión de la vida humana y su existencia. Necesitamos encontrarle sentido y certidumbres a ambas, a la vida y a la muerte. Y ese sentido y esas certidumbres, al margen de otras convicciones y creencias, los conceden una cierta lógica, unas mínimas normas y un orden natural... Los hijos entierran a sus padres, no al revés. Se muere de viejo, no de joven. Hay accidentes que forman parte del azar, desastres inesperados. Hay desgracias inevitables, como una enfermedad fulminante. Hay incluso homicidas y asesinos circunstanciales. Nada de todo ello es, sin embargo, comparable con el dolor que causa la muerte gratuita, lo monstruoso, el ensañamiento o el final prematuro, por ejemplo, de esas 19 criaturas que preparaban ya sus vacaciones de verano junto a dos profesoras que tampoco pudieron protegerles y fallecieron arropándolos.
Ocurre parecido con el suicidio. Nadie debería desear ni causarse su propia muerte. Pero sucede. Y, como en Estados Unidos con las matanzas causadas por cualquier energúmeno provisto de un rifle de asalto, sucede más de lo que creemos y, por supuesto, mucho más de lo que debería. Porque se trata de un goteo de óbitos ignorado por la opinión pública que se confunde y mezcla con un ejercicio de la voluntad personal. Tampoco los medios de comunicación creo que sepamos enfrentarnos a este tipo de sucesos, llevamos años pensando que lo mejor es no hablar de ello, pero hace tiempo que voces autorizadas de todo el mundo han probado que es mejor lo contrario, enfrentarse a esta lacra, descubrir sus causas y tratar de atajarlas.
El suicidio es la primera causa no natural de muerte en España. En 2020, último año del que hay datos, se registraron 3.941 casos, la mayor cifra de la serie, un 5,7% superior a la de 2019. En Castilla y León se quitaron la vida durante el mismo periodo 228 personas, 10 más que en 2019. No se ha constatado el efecto de la pandemia por coronavirus en esta otra epidemia silenciosa y mortífera, pero los expertos ya saben, porque disponen del conocimiento directo de los equipos forenses en tiempo real, que los datos aumentarán de nuevo en 2021. Se trata de un fenómeno que se produce, y solo en la mitad de las ocasiones con un diagnóstico relacionado con trastornos psíquicos, más de diez veces al día. Detrás de cada muerte hay al menos 20 tentativas. Dos tercios afectan a hombres. En mayor proporción, con diferencia, a edades de entre 50 y 54 años. Y, por desgracia, la edad media de las personas fallecidas afecta a la población más joven de manera alarmante. Ese número triplica los fallecidos en accidentes de tráfico, multiplica por 14 las víctimas de homicidios y por 85 las de violencia machista. Los números esbozan un fracaso colectivo como sociedad que, de algún modo, es equiparable al que en otras latitudes representaría el libre uso de armas de fuego. No reconocer la existencia de cualquier problema suele ser el principal obstáculo para resolverlo.
El Ministerio de Sanidad acaba de habilitar un teléfono, el 024, para evitar conductas suicidas. Es nacional y gratuito. «Hablamos con naturalidad de una dolencia cardiaca, pero no así de una dolencia de la mente. Es algo que tenemos que empezar a normalizar, nos puede pasar a cualquiera de nosotros y este teléfono está para ello», dijo la ministra Darias en su presentación. Los especialistas nos recetan relaciones familiares, amigos y vínculos emocionales con otras personas. Con ello se salvan vidas.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión