Un riñón
«Es más vanidoso transportar un fajo de billetes en una riñonera que llevar el dinero en un complemento que vale un riñón»
Abrió el maletero de su descapotable para que pudiera sacar mis cosas de la maleta. En mitad de la calle deshecha de la Habana Vieja, ... bajo las luces titilantes de dos focos, rebusqué en mi mochila hasta encontrar mis bienes más preciados en ese viaje: documentación, antimosquitos y euros.
Al ver dónde lo había guardado, mi anfitrión pronunció una de esas frases que no se olvidan ni con Soplica: «¡Ugh! Las riñoneras deberían de quemarlas». Le di la razón con cierta vergüenza y me escudé en que era una riñonera invisible, de las que se llevan debajo de la ropa para guardar esas cosas importantes que uno no se puede arriesgar a perder. Subimos al restaurante tras hacerse el silencio. Yo me colgué un bolso de ante y él su indiferencia.
No la usé en todo el viaje y nunca he vuelto a pensar en usar ese tipo de artilugio. Jamás me convenció. Entre el cinturón y la cartera, se trata de un complemento que ha vuelto para sustituir al bolsillo, ese espacio humilde, útil y elegante que ha dejado de guardar nuestras cosas porque el ego del móvil necesita más espacio.
Recuerdo esto a propósito del robo en RÍO Shopping de una riñonera olvidada en un probador con 5.800 euros. ¿Sería también una de las invisibles? ¿Le fallaría el sistema de seguridad y se le caería al desnudarse?
El dueño tuvo suerte y pudo rescatar su dinero. Será más difícil que recupere su dignidad: es más vanidoso transportar un fajo de billetes en una riñonera que llevar el dinero en un complemento que vale un riñón.
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