Cortinas de humo
«Si de verdad queremos que la gente no fume, debemos impulsar otras medidas»
Yo, de normal, no fumo, pero varios de mis amigos sí. Ellos son adictos, lo saben y viven con ello; yo soy un ser al ... que le gusta dárselas de vez en cuando. Todos nosotros compartimos vicio y lugar donde disfrutarlo: las terrazas al sol con el café, las puertas de los garitos de madrugada, las sobremesas con cartas… Prohibir fumar en terrazas no se ha conseguido, fomentar que disminuya el número de fumadores, tampoco.
El debate está ahora en el empaquetado. Yo, que he comprado poco, pero he racaneado mil pitis, no veo la diferencia para mi salud ni la de los demás en fumar Marlboro o Winston. Rojo, negro o amarillo, con camello o sin él, un cigarro es un producto cuyas características diferenciales duran lo que tarda en convertirse en una colilla marcada por la saliva y el carmín.
Pretender que un envoltorio de cartón genérico disminuya las ganas de fumar es creer real lo que se ve en las películas. Suponer que la gente quiere fumar lo mismo que Lauren Bacall, Miley Cyrus o Scarlett Johansson es asumir que la gente ejerce una capacidad de elección que no tiene.
Si de verdad queremos que la gente no fume, debemos impulsar otras medidas. El problema es que esto no es compatible con recaudar más de ocho mil millones de impuestos al año. Qué fácil es ponerse medallas genéricas sin obtener resultados. Este tupido velo blanco que se está imponiendo, más allá de un higienismo cínico, recuerda a la lejía que utiliza el cómplice para limpiar la escena de un asesinato.
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