Ciclomanía
Los candidatos españoles a las municipales también quieren salir en la prensa como Mark Rutte, «pedaleando hasta su despacho cada mañana»
Montar en bicicleta es un placer. Conquistar las dos ruedas empieza a ser un afán desde preescolar y llega a convertirse en fetiche para los ... jóvenes. No hace falta haber visto 'Verano azul' para entender el atractivo que tiene ir en bici a cualquier edad. Es una forma de declararse sano, enérgico y, de paso, lucir piernas.
Ahora es también una obsesión para el adulto político moderno, que sufre de ciclomanía, ya sea por propósito sostenible o por necesidad electoral. Grabarse subido al sillín, con la chaqueta de traje o la chupa de cuero queda muy europeo. Los candidatos españoles a las municipales también quieren salir en la prensa como Mark Rutte, «pedaleando hasta su despacho cada mañana».
Una vocación muy loable si consigue facilitar este tipo de movilidad, pero de cartón piedra como argumento para el votante que ha tenido que esperar tres campañas electorales para verla en funcionamiento en sus calles.
No sólo se trata de dónde y cómo se sabe gestionar bien un servicio público, sino de cuándo. Presentar esta semana el caso de movilidad de Valladolid como ejemplo sin llevar más de dos meses operativo y hacerlo en contraposición al modelo madrileño es como alardear de la peatonalización pontevedresa en Barcelona. Oportunista y anecdótico. Viene siendo lo mismo que pretender tener algún éxito en la disputa por la alcaldía de la capital con Maroto, reciclada de nuevo para el deleite de Sánchez, esta vez como vehículo de apoyo para la vuelta de Puente.
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