Cuando los Reyes venían de América
«Los Reyes –vengan de Oriente u Occidente– son memoria de un tiempo y un lugar: de los seres queridos que ya no están y nos enseñaron a andar por este mundo»
El día de Reyes es, para muchos, «la mejor fiesta del año», según dicen viejos cantares. Y el instante en que, tras una inacabable noche ... de espera, terminaba por materializarse nuestra ilusión de niños. Antes habríamos escrito una carta –de las que ahora no se escriben–; dispuesto los zapatos en sitio visible (ya que aún no estaba extendida la americanizante costumbre de colocar los regalos al pie del árbol de Navidad); y dejado dulces –o una copita de anís– para los misteriosos visitantes, junto a comida y agua para los camellos.
Hay viajeros que piensan que, en este sentido, los españoles nos hallamos menos 'americanizados' que otros europeos, quizá a causa de habernos incorporado tardíamente a la órbita de influencia norteamericana. Sin embargo, y desde el mismo momento en que Eisenhower abrazó a Franco, la dependencia de España respecto a los EEUU no ha cesado.
Pues los sucesivos gobiernos de aquel país se ocuparon de la tarea de 'salvar' al franquismo, primero, como aliado geoestratégico que ha sido; y después de tutelar la transición hacia la democracia. Aunque todo ese proceso, innegable a día de hoy, permaneció –a lo largo de los lustros– oculto para buena parte de la ciudadanía. Y, así, ha acaecido, que –tocando a una historia reciente tan mal conocida– la figura de ciertos políticos como Carrero Blanco sigue en la sombra; a despecho de la trascendencia de su vida y –en especial– de su muerte, a tenor de lo ocurrido tras el atentado que acabó con su existencia.
Una entrevista a su nieto, que ha visto la luz con motivo del 50 aniversario del fallecimiento del almirante, pone de manifiesto que la sospecha de la hipotética conspiración contra aquél –desde dentro del Régimen–, lejos de desaparecer se acrecienta. Más curioso es lo que su descendiente viene a desvelar a propósito de la transición, declarando que los franquistas eran los primeros que –en su mayoría– estaban convencidos de que no podía subsistir un franquismo sin Franco. Por lo que se puede hasta creer que –de acuerdo con lo que expresa su nieto– Carrero no habría hecho nada que Franco no le mandara; y que hubiera traspasado todo el poder a manos del rey. Porque se suele pensar que en España no existió nada parecido al Plan Marshall, pero esto no resulta ser por completo verdad.
Hubo un plan específico de apoyo económico y de transformación del país con créditos bancarios estadounidenses que condujeran al desarrollo y bienestar material. Era fundamental que ese experimento saliera bien y que la transición de la dictadura a la democracia constituyera un éxito, dado que los dirigentes de los USA se jugaban, entre otros asuntos, justificar el poco decoroso papel de haber sostenido una dictadura en Europa durante décadas. España, se ha dicho luego, 'engordó' en los años 60 y 70, pero tenía que 'crecer'; y ello sucedería a partir de los 80. La ocurrente película de Berlanga, titulada 'Bienvenido Mr. Marshall', pudo contribuir (sin que el director lo pretendiera) a apuntalar la idea, ya muy extendida, de que aquí no hubo cosa semejante al famoso plan de ayuda de los 'yanquis'.
No obstante, un antropólogo anglosajón como Joseph Aceves se sorprendía, en el epílogo a su libro 'Cambio Social en un pueblo español' (1973), de que los españoles atribuyeran el desarrollismo franquista únicamente a sus méritos o los del gobierno e ignoraran el apoyo norteamericano: Los Reyes venían visitándonos desde tiempo atrás y no llegaban de Oriente, sino de los EE UU.
De modo que la mención anterior al avance en España de un estilo de celebración navideña 'a la americana' no fue fortuita. Como tampoco que, a pesar de lo dicho, la tradición de los Reyes se haya salvado –por milagro– de la homogeneización que aquélla supone; porque consiste en una ocasión de intercambio de regalos a la que siempre cuesta renunciar; y, además, se encuentra profundamente enraizada en el territorio de nuestros recuerdos de infancia –como inequívoco rasgo de identificación cultural–. Los Reyes –vengan de Oriente u Occidente– son memoria de un tiempo y un lugar: de los seres queridos que ya no están y nos enseñaron a andar por este mundo.
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