Pequeños sacrificios morales: el reino de la desvergüenza
«Jamás los embaucadores valieron tanto ni alcanzaron ese crédito. Nunca corromper, mentir y engañar se había pagado tan bien»
La frase que más me ha turbado, entre todas las inquietantes noticias y manifestaciones que he leído o escuchado en los últimos días, no es ... ni siquiera de ahora ni de ninguno de los principales protagonistas de la actualidad. No es de Feijóo, ni de Sánchez, ni de Tellado, ni de Puente, ni de Ayuso –tan proclive a generar afirmaciones insultantes y polémicas–. Ni de ningún otro actor político del ámbito autonómico como Fernández Mañueco, Martínez o Fernández (pues ¿qué fue o se hizo de aquel Igea, experto en producir titulares a favor y en contra del PP regional?). Ni producto del forzado regocijo que pretende mostrar el portavoz de la Junta asegurando que el gobierno de la Comunidad es –hoy– más «útil y estable».
Entendiéndose que, tras un año sin Vox, dicho gobierno vive con tranquilidad esa situación; aunque se hayan prorrogado los presupuestos del año anterior, únicamente aprobándose una norma con pretensión de Ley, precisamente por todas las fuerzas que no son el PP: PSOE, Vox, Podemos e –incluso– el mencionado Igea. Se trata de la modificación de la Ley de Publicidad Institucional, que el PSOE aspira a desarrollar en adelante y que limita la publicidad institucional en los medios. Desde luego que, tal circunstancia, bastante similar en lo esencial a la que atraviesa el gobierno de la nación, no parece ser vista desde el ejecutivo de Castilla y León como señal de parálisis o estancamiento. Probablemente porque el modelo de gobernanza conjunta entre PP y Vox, aquí, fue presentado por esta segunda formación como el que, andando el tiempo, predominaría en el país. Y en el PP nadie se arriesgó entonces, o se atreve en estos momentos, a confirmarlo ni a negarlo, ya que la necesidad de un entendimiento con Vox para gobernar España en el futuro resulta casi inevitable.
Si dirigimos nuestra atención hacia la esfera internacional, tampoco impactan ya, apenas, los constantes anuncios de Trump sobre aranceles, expulsión y encarcelamiento de inmigrantes, acuerdos frustrados, rearmes y guerras. De repetidos que se han vuelto sus avisos, a pesar de ser –muchas veces– tan aterradores. O –quizá– porque, en el fondo, y aunque parezca que aquéllos se refieren a cosas muy distintas, el presidente norteamericano siempre está hablando de lo mismo: de odio, de extorsión, de negocios a costa del miedo, de dolor y de violencia.
Por supuesto que, volviendo la mirada a nuestro país, los disturbios acontecidos recientemente en Torre Pacheco, que –por desgracia– evocan los que ocurrieron hace 25 años en El Ejido, no pueden dejar de suscitarnos la peor de las preocupaciones. Y el temor por lo que puede venir. Sin embargo, retomando el hilo del principio de este artículo, confieso que lo que más estupor me ha causado es recordar, con motivo de la declaración hecha ante el juez –en la semana pasada– 'por un conocido ultraderechista', cómo éste había justificado la percepción irregular de un dinero en negro con peregrinas explicaciones de carácter ético: «Me llamarán los medios corrupto y manipulador por una factura sin IVA. Pero díganme, quién de ustedes no ha hecho concesiones, pequeños sacrificios morales para llegar donde está».
Y es que el eufemismo en cuestión lo dice todo acerca de los tiempos de tragedia y degradación que vivimos. La corrupción no se llama, ya, por su nombre, sino que se oculta tras una expresión que la presenta –incluso– como «pequeño sacrificio». ¡Pobres sacrificados los que –tan a menudo– tienen que ceder para conseguir sus altos fines! ¡Infelices quienes piensen que hay otra manera de prosperar y sobrevivir en el mundo actual! El personaje en cuestión –sin título ni formación conocida– lo dejó bien claro después de su declaración ante el juez, donde contó una nueva versión, la de que por una charla de 30 minutos había cobrado 100.000 euros: ¡Es el mercado, amigos! Y lo es. El mercado de los favores y la falta de ética; lo que antiguamente se identificaba con las corruptelas y el envilecimiento; con la deshonestidad, la desvergüenza y la putrefacción. Jamás los embaucadores valieron tanto ni alcanzaron ese crédito. Nunca corromper, mentir y engañar se había pagado tan bien.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión