23J: la respuesta está en el viento
«La partida se ofrece más abierta de lo que se pensaba y, en el caso de que el PP de Feijóo no llegara a gobernar, la situación resultante sería un éxito para Sánchez»
Cuando se pierden unas elecciones, lo sensato es preguntarse por las causas que puedan haber motivado esa derrota; pero resulta más sencillo culpar a los ... ciudadanos de haber escogido equivocadamente o escudarse en los cambios de tendencia y ciclo: como si fuese el viento quien trajera genios o fuerzas invisibles que se dedicaran a confundir las mentes de los votantes. Y algo de esto pareció que ocurría al producirse las primeras reacciones entre los vencidos del 28 de mayo.
Sin embargo, da la impresión de que, tras los titubeos iniciales y un explicable ofuscamiento en el análisis de lo sucedido, el PSOE habría rectificado su rumbo, pasando al contraataque: de modo que –por un lado– nos previene de las consecuencias que tendría una implantación a nivel nacional de la más que probable alianza entre PP y Vox; mientras que, por otro, reivindica la acción del gobierno en varios terrenos. De ahí que la ministra Calviño se muestre retadora ante quien vaya a ser el responsable en su campo por el equipo de Feijóo, al tiempo que presume de lo que –aparentemente y según los indicadores al uso– supone la constatación de unos datos macroeconómicos bastante positivos.
No obstante, se diría que siguen sin ser abordadas –a fondo– las posibles razones de la debacle. Y es que hay ocasiones en que el examen racionalista de una realidad no basta para comprender los orígenes de lo acontecido. En el caso que nos ocupa, determinados factores de carácter emocional podrían haber condicionado el desplazamiento hacia la derecha de votos que –en elecciones anteriores– se decantaban por favorecer al centro izquierda.
Se trataría de sensaciones más que de pensamientos, pues algunos sectores de la población -–a los que antes se solía identificar con las clases medias– han tenido quizá la percepción de que, por parte del gobierno, se legislaba alocadamente en un afán intervencionista que acababa por repercutir en no pocos aspectos de la vida cotidiana; y ello al punto de interpretar que un aluvión de normativas se entrometía en su privacidad: de las cosas grandes a las pequeñas; de cómo cuidar a las mascotas o cualificarse para la tenencia de animales a las restricciones y riesgos a la hora de alquilar una vivienda; sin olvidar la obligación de renovarse el carnet de conducir si se superan ciertos años, con la discriminación por edad que esto comporta.
Demasiadas personas se sentirían –de algún modo– amenazadas en su tranquilidad; alteradas en aquellas esferas de su existencia donde consideraban estar seguras porque todo lo referente a las mismas se hallaba ya –supuestamente– escrito y regulado; por lo que no eran de esperar muchos cambios bruscos al respecto. De forma que tanta transformación en escaso tiempo ha acarreado más incertidumbre a una época ya –de por sí– pródiga en ella. Pero ese temor lo ha conjurado –en alguna medida– Pedro Sánchez al librarse expeditivamente del hipotético lastre que para él constituirían las constantes críticas y drásticas propuestas de la facción correspondiente a Podemos en su gobierno.
Yolanda Díaz no provoca ese miedo pequeño burgués y, muy al contrario, ofrece la suficiente credibilidad desde una gestión que –según las encuestas– no se encontraría mal valorada. Así que Sánchez plantea sin tapujos que gobernará con Sumar si tiene oportunidad, mientras que Feijoo ofrece –en estos instantes– una imagen menos clara acerca de sus alianzas. Fuera como fuese, el panorama político, hoy, se presenta sorprendentemente cambiado –en relación con el que había hace un mes–: los pactos del PP con Vox, si bien le proporcionan poder en ciudades y comunidades autónomas, enturbian su imagen como partido fiable y centrado, dificultando una estrategia de campaña que se pretendía moderada. Y es que Vox lejos de rehuir el escándalo procura cultivarlo.
En fin, que la partida se ofrece más abierta de lo que se pensaba y, en el caso de que el PP de Feijóo no llegara a gobernar, la situación resultante sería un éxito para Sánchez: nuevas elecciones, nuevo periodo, nuevas perplejidades. Y, aunque sería curioso que el CIS de Tezanos acertara por una vez, la respuesta está en el viento.
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