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Clay Enos

Joker

La columna ·

Una película de éxito masivo como la que está en cartelera conecta con un clima social y político turbulento

Martes, 22 de octubre 2019, 07:34

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Todos somos el Joker. Todos somos payasos desgraciados. El Joker es nuestro otro yo. Lo que seríamos si no fuésemos lo que somos. De ... ahí la fuerza empática de su discurso. La adhesión obtusa que suscita en los espectadores. A su lado, Batman es un farsante. El Joker es el perfil oscuro de la identidad. El paria universal. El hombre del subsuelo. Un comediante nato que vive instalado en la tragedia. Un cómico sin empleo, hogar, familia, amor o propiedades. Todos somos el Joker y nos empeñamos en negarlo, creyéndonos superhéroes. No queremos reconocer su cara deforme cuando nos miramos en el espejo con miedo a escuchar las siniestras carcajadas de fondo. La risa enlatada que desnuda las imposturas que nos sostienen a diario. Las falsedades con que el mundo se mantiene en vilo como una pelota de ping-pong sobre un chorro de agua. Lo hemos reconocido enseguida. En cuanto ha empezado a reírse hemos sabido que era él. No podía ser otro. Nuestro doble grotesco. Nuestra pesadilla esquizofrénica.

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