Borrar

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Con la llegada del calor, en primavera y verano, llegan los mosquitos y otros insectos. ¿Llegan? No, ya estaban entre nosotros pasando el invierno (normalmente en forma de huevo), esperando el momento de volver a activar su crecimiento.

Los mosquitos nos pican para alimentar con nuestra sangre a sus larvas. Y algunos pueden llevar en su interior organismos que pueden ocasionarnos enfermedades (virus y protozoos) y a esto lo llamamos ser «vectores» de enfermedades. Es el caso de la Malaria, de la fiebre amarilla, del Chikungunya, o del Zika. No todos los mosquitos son vectores, pues tiene que conjugarse la capacidad de que el patógeno pueda sobrevivir en su interior (cada especie de mosquito es capaz de alojar unos patógenos pero no otros) y que realmente llegue a adquirirlo cuando se alimenta de la sangre de una persona enferma.

Existen otros insectos, menos visibles, que también nos causan daños. Las larvas de las polillas pueden agujerearnos la ropa. Los gorgojos (nombre que se le da a cualquier insecto que pueda agujerear algo) perforan nuestros granos.Las carcomas hacen que nuestras pertenencias hechas en madera ganen o pierdan valor, y las termitas pueden echar abajo nuestra casa sin darnos cuenta. Tenemos incluso especialistas en comerse los libros de nuestras bibliotecas. Algunas especies hacen la vida imposible a los agricultores, empeñándose en comer nuestros cultivos, y otras cambian el color de nuestros bosques comiéndose las hojas de los árboles o transportando patógenos que hacen que enfermen. Algunas de estas especies «nacieron» por aquí, pero normalmente las más dañinas vienen de países lejanos y, cuando llegan, no encuentran competencia alguna para realizar sus fechorías (es lo que llamamos Especies Exóticas Invasoras).

Según un reciente estudio estamos viviendo la mayor extinción de insectos desde el Cretácico (hace 145 Ma). Y los insectos llevan en la tierra casi 500 Ma. Las causas más importantes (suponen el 50 %) son la agricultura intensiva, los pesticidas y otros cambios en el medio. Si sumamos la urbanización, los fertilizantes y la deforestación se llega casi al 80 %. Todas estas causas son atribuibles a la actividad humana. Un caso especialmente destacable es el de las abejas, que están sufriendo el uso casi indiscriminado de una familia de insecticidas muy eficaz y ampliamente utilizada desde hace unos años: los neonicotinoides (que curiosa coincidencia con el nocivo tabaco, ¿verdad?).

¿Qué pasa con los mosquitos –molestos y peligrosos– cuando transmiten enfermedades? Está claro que la mayoría no quiere su presencia. Pero hay que tener en cuenta algo al respecto: no todo lo que vemos volar a nuestro alrededor es molesto o peligroso. Más bien es lo contrario, sólo una minúscula parte de los insectos es peligrosa, pues la gran mayoría contribuye a la reproducción de las plantas que necesitamos, porque las polinizan, o forman parte de la cadena trófica que la mayoría de las veces tiene algo que ver con los humanos. Es el caso de las abejas, y no solo de la abeja de la miel, que ya casi todo el mundo «reconoce» como aliadas –importantes aliadas– por su labor polinizadora. Pero hay otros «servicios». De algunos obtenemos productos, y desde hace mucho tiempo: ceras, seda y lacas.

Los fundamentos genéticos se han investigado principalmente en la mosca del vinagre (o común de la fruta), que en ocasiones vuela por nuestras cocinas. En la agricultura hay miles de insectos que son peligrosos o dañinos, pero otros son beneficiosos cuando los utilizamos –control biológico– como depredadores o parásitos de los anteriores. Incluso hay algunos que participan en la importante labor de reciclaje de nutrientes, especialmente en el suelo, fuente de toda la vida terrestre.

Por último, y no menos importante, forman parte de la increíble y diversa red de animales (lo que llamamos Biodiversidad animal) que comen o son comidos a lo largo y ancho de nuestro planeta: nada más y nada menos que el 70 % de las especies de animales conocidas son insectos. Las hormigas de una selva tropical bien conservada, todas juntas, pesan muchísimo más que el total de los grandes animales que viven en ella, aves y mamíferos incluidos. Sin las hormigas, las preciosas ranitas venenosas ni serían venenosas, ni siquiera existirían.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios