Incendios y despoblación
El fuego es terrible por los destrozos materiales que genera, pero también por las memorias que destruye. Modos de vida. Paisajes. Recuerdos individuales que arden tan solo en unas horas
Ha cambiado súbitamente la situación meteorológica -estos últimos días- en Castilla y León, lo que parece haber contribuido a que los incendios de finales de ... agosto que estaban aún activos hayan acabado de controlarse. Es el caso de los extinguidos en las tierras abulenses de Candeleda o en un paraje de la montaña leonesa entre Boca de Huérgano y Riaño. Bendita lluvia. Bienvenidas tormentas, siempre que no causen daños o inundaciones a destiempo como ha ocurrido en zonas de Levante.
A mediados del pasado mes llegaron a coincidir más de 20 incendios en el mismo fin de semana, favorecidos por las elevadas temperaturas o la velocidad de los vientos. Y, a pesar de que se despliegan medios humanos y técnicos como helicópteros o aviones al punto que se presenta cualquier siniestro, sigue echándose en falta una mayor dedicación a prevenirlos: limpieza de rastrojos y pinares, cortafuegos, vigilancia continuada sobre el terreno. Aspectos que han ido relegándose mientras se privilegiaba el uso de aparatos voladores con cisternas de agua u otros recursos mecánicos que, por rápido que se apliquen, suelen aparecer demasiado tarde en los lugares afectados.
Por eso, hemos podido escuchar -en algún reportaje sobre los incendios mencionados- a personas que se lamentaban de ello, al tiempo que agradecían la solidaridad mostrada entre vecinos: «Las administraciones son siempre las últimas en llegar». El fuego es terrible por los destrozos materiales que genera, pero también por las memorias que destruye. Modos de vida. Paisajes. Recuerdos individuales que arden tan solo en unas horas. El cielo se vuelve negro de pronto y la tierra calcinada tardará años en recuperarse. El fuego es ese golpe seco como de hacha o rayo que termina por llevarse las ganas que quedaban de permanecer en un ámbito cada vez más hostil: el clavo último en el ataúd del entusiasmo rural.
Porque el problema de la despoblación se asoma detrás de tantos desastres, como causa indirecta y -en ocasiones- consecuencia. Como causa, ya que la escasez progresiva de habitantes en los pueblos y el abandono de muchos trabajos relacionados con el mantenimiento de los montes ha traído una situación de riesgo perpetuo. Como consecuencia, puesto que los territorios arrasados pierden su valor para pastos y cultivos, conduciendo al desánimo a quienes se ocupaban de tales labores; y propiciando que la urbanización o el uso recreativo del campo predomine sobre las tareas y cuidados que en él venían realizándose.
Desde ciertos partidos, se ha preconizado la fusión o el cierre de núcleos rurales, sin tomar en consideración el costo real que esto acarrearía. Pues lo que sucede con los incendios es un ejemplo de lo que puede acabar sobreviniendo en otras muchas vertientes. Reducir o concentrar servicios produce la retirada de población de aquellas localidades que se encontraban habitadas y un paisaje sin personas es un espacio en peligro donde resulta muy difícil mantener un entorno en condiciones de supervivencia; no digamos ya el patrimonio histórico y cultural que en él se enclavan.
Los incendios anteriormente señalados fueron extinguidos, en buena medida, por la pronta reacción y solidaridad de las comunidades concernidas en los mismos. Los lugareños lo saben. Y lo dicen. Lo que no únicamente constituye la constatación de una realidad, sino también una advertencia: el aviso de que los paisajes no habitados quizá produzcan la impresión de que la naturaleza es bella y sabia por sí, pero no será igual de viable sin la atención, vigilancia y supervisión humanas.
Más allá de esta reflexión, conviene matizar que las concepciones, actitudes y comportamientos de nuestra especie respecto al medio ambiente son o pueden ser-dependiendo de su orientación- tan beneficiosas como perjudiciales. Aunque, de cualquier manera, habrá que convenir que los humanos determinamos -en gran parte- lo que ocurre en el planeta y de ahí la importancia de lo que hacemos o dejamos de hacer respecto a ello. La despoblación en nuestra comunidad autónoma ha avanzado como un incendio que tenía que haber sido previsto y no será nada fácil de apagar.
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