Son inaguantables
De rebuzno insultante a improperio asnil, hemos pasado del «España nos roba» de los catalanes independentistas al «Madrid nos agravia» de Urkullu
Madrid, ciudad abierta y rompeolas de todas las Españas, como cantó Antonio Machado, donde cualquiera encuentra su sitio y nadie se siente ajeno ni extraño, ... es la capital de la cordialidad, de la mano tendida, las puertas abiertas, las oportunidades y la pujanza económica, lo cual la convierte en objetivo a batir por los políticos separadores de Cataluña y el País Vasco, facciones en cuanto a verborrea encabezadas por un locuaz Rufián al que momentáneamente tomó el sitio el lehendakari Urkullu, habitualmente sibilino, desde el Foro de la Nueva Economía.
Pues que ambos se den por aludidos por los hechos y las palabras de Piqué, barcelonés «enamorado de su ciudad» que para organizar con altura la final de la Copa Davis se ha acogido a Madrid, declarando que «siento envidia por todo lo que está haciendo. Creo que es un ejemplo para Europa y para el mundo». O sea, que como futbolista lesionado Piqué sigue en el Barcelona, pero en calidad de empresario que no quiere lesionar sus intereses se traslada a la capital del reino, dispuesto a que se le escapen por alto, por bajo o entre las piernas los balones, pero no las ganancias.
Negando las evidencias, Urkullu acusa a Madrid de paraíso fiscal mientras enhebra un rosario de silogismos casposos para justificar la mandanga de un concierto económico y el trágala de un cupo que hacen del País Vasco una comunidad sobrefinanciada. De rebuzno insultante a improperio asnil, hemos pasado del «España nos roba» de los catalanes independentistas al «Madrid nos agravia» de Urkullu.
Son inaguantables.
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