El hostal España

Sobre él un plato con historia, que durante años ha soportado todo tipo de caldos y guisos, una cuchara desgastada, pero con brillo, y una servilleta de papel que no aguanta media comida, o cena, antes de descomponerse.

A un lado hay pan, frío, procesado, como salido de una fotocopiadora, y una jarra de agua recién tomada del grifo.

Las sillas son hijas de diferentes madres y en las paredes se sucede sin armonía un muestrario de objetos por momentos un tanto extraños: un calendario, una pizarra, un termómetro o un plato. Todo sobre fondo blanco.

La escena se multiplica una y otra vez hasta hermanar a un conjunto de mesas casi idénticas unidas, al fondo, por un mueble casi de época, con un espejo gigante y al que decora una lámpara y unas flores caducadas por el tiempo.

La foto se corresponde con el salón del Hostal España, en pleno centro de León. El resto, se supone, mantiene ese aire de 'Cuéntame' con su cocina de época, el gotelé pegado a la pared, los pasillos largos y estrechos y más de una decena de puertas, cada cual con su nombre y apellidos.

El Hostal España abre las puertas cada día en el centro de la ciudad, no se anuncia, ni reclama clientes porque los suyos son de toda la vida y más de uno sigue la estela de una generación previa.

Sus propietarias, Inma y su hermana Begoña, regentan el hostal siguiendo los pasos de su madre, quien tuvo la feliz idea no solo de abrir un lugar para atender a las gentes de paso sino de crear una familia entorno al calor de este establecimiento único en León, en España y seguramente en Europa.

Al Hostal España acuden clientes de la mal llamada 'España vaciada', desatendida en realidad. No están de paso, ni mucho menos. Como cada invierno sus 15 clientes llegan desde la montaña leonesa, huyendo del frío, de las difíciles condiciones que supone vivir en el 'lado oscuro' del mundo rural.

Eso por un lado. Por el otro escapan de la soledad, del olvido y de la penumbra para encontrar refugio al calor de una familia que se forma cada otoño y se despide en la antesala de la primavera.

No, no es una residencia de ancianos, ni mucho menos. Los personajes que circulan por el pasillo largo y estrecho son vecinos de un León olvidado que se refugian durante estos meses en un punto de encuentro único e imposible de imitar.

Allí escuchan la radio o ven la tele, juegan a las cartas o se pasean por Ordoño como los 'señoritos' de la ciudad sabiendo que a un paso tienen café caliente y conversación.

Tan singular es el lugar, sus residentes y la vida que les comunica que incluso han participado en un documental del Laboratorio de Antropología Audiovisual experimental del Museo de Arte Contemporáneo. Un documental que refleja lo que hay.

Y allí cuentan sus vidas, tan ricas, tan sinceras, tan excepcionales y tan olvidadas que precisan de un hostal tan atípico para encontrar refugio, memoria y futuro.

Si hay un político que quiera conocer lo que ocurre en la 'España vaciada', pero de verdad, quizá debería acudir a este singular escenario. Allí sentado a la mesa, con las manos apoyadas en un mantel cuadriculado, con un cojín para aliviar las durezas de la silla, escucharía historias excepcionales.

Historias tan largas y extensas como las necesidades que obligan a estos lugareños a dejarlo todo para refugiarse en las habitaciones del Hostal España.