Las tormentas de fuego: por qué son un fenómeno devastador y difícil de predecir
«Es esencial la limpieza de bosques y montes para reducir la biomasa acumulada»
En el año 2009 participé en un proyecto público de colaboración entre empresas y universidades, el PROMETEO, que buscaba desarrollar herramientas para el combate integral ... de los incendios forestales. Desarrollamos métodos eficaces, pero la realidad se ha adelantado. En los últimos años hemos empezado a sufrir fenómenos meteorológicos que estaban en los libros y en las simulaciones de los modelos, pero que creíamos que nunca veríamos en el campo. Eran como monstruos de feria, curiosidades teóricamente posibles, pero raras; de las que sólo ocurrirían en contadas ocasiones, cuando se concitaran un cúmulo de catastróficas desdichas.
Publicidad
Sabíamos ya entonces, desde hacía décadas, que el cambio climático estaba alterando los patrones del clima, intensificando olas de calor, sequías y tormentas, pero entonces era díficil aceptar que los incendios forestales de nuestro país evolucionarían hasta convertirse en auténticos monstruos incontrolables. Conocíamos casos en Canadá y en Siberia, pero eran otros espacios geográficos. Pero sucedió que en 2021 tuvimos un gran incendio en Málaga que parecía salirse del marco.
Ahora, con los incendios que vuelven a asolar España, se han dado a conocer las consecuencias de estas tormentas de fuego, los incendios «de sexta generación». Estas tormentas de fuego no son lo mismo que un incendio muy intenso; son un fenómeno diferente, devastador y muy difícil de predecir; unos monstruos de la naturaleza que desafían los métodos tradicionales de extinción. La diferencia clave respecto a los incendios normales es su capacidad para generar sus propias condiciones ambientales, creando nubes de fuego que se alimentan a sí mismas con oxígeno y que hacen que el fuego sea prácticamente inextinguible. El incendio se acaba cuando ya no hay más combustible que quemar, o cuando las condiciones meteorológicas de alrededor varían lo suficiente. El calor que generan estos fuegos es tan intenso que el agua lanzada desde aviones y helicópteros a menudo se evapora antes de llegar al suelo, haciendo inútil el esfuerzo.
Los incendios de sexta generación se caracterizan, entre otras cosas, por su intensidad extrema. Liberan una cantidad colosal de energía, equivalente a varias bombas nucleares, disparando un fenómeno atmosférico conocido como convección. Esta energía genera columnas de humo que alcanzan alturas de hasta 14 kilómetros, como se vio en el incendio en Lérida de julio de 2025, donde las llamas se propagaron a velocidades de hasta 30 kilómetros por hora, una de las más altas registradas en Europa. Estas columnas, conocidas como pirocúmulos, pueden transformarse en pirocumulonimbos, nubes que producen lluvias y rayos capaces de iniciar nuevos focos a kilómetros de distancia. Este comportamiento impredecible, sumado a su capacidad de alterar las condiciones atmosféricas locales, los convierte en un desafío sin precedentes para los servicios de extinción.
Publicidad
La mayoría de los incendios en España son provocados, ya sea por negligencia, por voluntad de hacer daño, o por intereses espurios. Pero el cambio climático es el principal problema emergente en estos fenómenos. Las olas de calor más frecuentes, los cambios en los ciclos de la precipitación y la acumulación de biomasa seca debido al abandono rural crean el escenario perfecto para que sean más destructivos. Las temperaturas extremas durante mucho tiempo, y la baja humedad, convierten en yesca la vegetación verde y lujuriosa de la primavera. Basta una chispa para que el viento los propague a gran velocidad.
La prevención es la única solución viable a largo plazo para el tejido forestal que sobreviva a los incendios que vienen. Es esencial una gestión forestal adecuada, como el diseño de paisajes inteligentes para romper la continuidad del combustible vegetal y la limpieza de bosques y montes para reducir la biomasa acumulada. El comprensible abandono rural dificulta la tarea. También algunos cerrilismos ecologistas, que a veces parecen no entender que la inmensa mayoría del país no es naturaleza, sino medio rural.
Publicidad
Los incendios de sexta generación no solo amenazan los ecosistemas y la biodiversidad, sino también la salud pública y la economía. No se combaten sólo con más medios de extinción, sino con políticas sensatas de ordenación del territorio, no de las que diseñan los arquitectos dibujando flechas sobre un mapa, sino de las de verdad. Los incendios de sexta generación son una advertencia más, a sumar a otras, de que el planeta está cambiando y que tendremos que adaptarnos a nuevas condiciones.
3€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión