La humildad
«Es un valor hondo y complejo que tiene en sus contradicciones su mejor cualidad»
La humildad es una de las palabras más hipócritas del diccionario. Pese a su aparente nitidez, pocas poseen tantas máscaras alrededor. En principio, a muchos ... nos gusta presentarnos como sujetos conscientes de nuestras limitaciones y ciudadanos inclinados a la modestia y la moderación. Sin embargo, en la mayor parte de las ocasiones el calificativo de humilde es un simple embozo y bajo su máscara palpita latente la soberbia.
Quizá por este fariseísmo específico no es infrecuente que estemos más seguros ante quien nos amenaza con su galleo y arrogancia que frente a quien nos saluda con sencillez y mirada franca. Ante el petulante sabemos bien a qué atenernos y en qué territorio nos movemos, mientras que ante quien da muestras de sencillez e insignificancia cabe siempre sospechar que puede sorprendernos con otra cara. Por eso, en presencia del comedido nos esforzamos en conocerle mejor para no correr el riesgo de patinar en vacío. Es más doloroso decepcionarse ante un supuesto humilde, que ha ocultado su jactancia bajo un manto de moderación, que descubrir tras el engreimiento de un orgulloso más humildad de la esperada. Con el primero nos desengañamos, lo que no es agradable, con el segundo simplemente nos equivocamos.
Creo que lo inquietante de la humildad es el valor de virtud que la acompaña. Posee un ornamento o un atributo que la misma palabra pone en duda con el resto de sus acepciones semánticas, como son la bajeza de nacimiento o la mansedumbre exagerada. En este otro extremo del vocablo ya no encontramos virtud sino obediencia y decaimiento. Cuesta aceptar la pobreza espiritual que crece en torno al exceso de obediencia que, si bien merece cierto reconocimiento en el ámbito pedagógico, se muestra más borrosa en el campo militar, tan necesitado de disciplina para defenderse y matar, como resulta excesiva en la vida religiosa, al menos cuando se somete pasivamente a los influjos de una Iglesia.
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El mejor rostro que posee la humildad es lo que aporta a la emancipación e independencia de las personas, pues el humilde, aunque no lo parezca, es un sujeto que se escabulle con soltura de las coacciones de los demás. Es su mayor habilidad. Podemos reconocerle porque se deja acompañar más fácilmente y combate mejor la soledad. Un apunte sublime de Kafka, escrito en febrero de 1918, dice así: «La humildad proporciona a todos, incluso al que desespera en soledad, la más estrecha relación con el prójimo».
Hoy se prefiere rebajar estos términos de su carga moral y por ello se habla mucho más de autoestima que de soberbia o humildad. La soberbia no deja de presentarse como un pecado, el primero entre los capitales, mientras que la humildad es la virtud que se le opone. Lógicamente, los discursos y razonamientos que incorporan estos valores tienen siempre una connotación ética, que pesa demasiado en la conciencia actual. En cambio, el concepto de autoestima goza de todas las prerrogativas seculares del estudio psicológico. Sus propuestas son bien conocidas: confía en ti mismo, sé positivo, defiende tu ego, empodérate como persona, potencia tus cualidades.
Esta psicologización del asunto peca de simpleza y de excesiva confianza en libros de autoayuda y en los argumentos de hábiles divulgadores que, como modernos sofistas, alimentan el narcisismo legítimo de cada cual. Su eficacia es notoria, pues muchas personas piden ser sugestionadas antes que razonadas, y prefieren aclimatarse a la superficie de la vida que indagar en la profundidad de los afectos. En definitiva, se orientan según la corriente de los tiempos que, ante la complejidad inabarcable del mundo, prefieren desenvolverse con ideas fáciles y superficiales que se pueden compartir sin grandes dudas ni desasosiegos.
La humildad, a la postre, es un valor hondo y complejo que tiene en sus contradicciones su mejor cualidad. Por ello, y en aras de la verdad de cada uno, lo más apropiado no es ser simples y llanamente modestos sino estar orgullosos, realmente orgullosos, de nuestra humildad.
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