El espíritu de los Presupuestos
«Los padres constitucionalistas, acertada o desacertadamente, otorgaron a las formaciones nacionalistas el papel que luego estas han ejercido»
Los Presupuestos 2021 han de ser la plataforma de aterrizaje de las ayudas europeas que han de rescatarnos de la gran recesión debida a la ... pandemia, al tiempo que se encajan en ellos las políticas expansivas que deben sostener la modernización del país el día después de la tragedia. Como se sabe, la UE no aspira con su generosa ayuda, en buena parte a fondo perdido, a restaurar la situación inmediatamente anterior a la crisis sanitaria sino aprovechar el revés económico para dar un salto hacia adelante a caballo de tres vectores: la digitalización, la descarbonización y la mejora de la formación. Los PGE 2021 serán, pues, una herramienta excepcional para recuperar el rumbo y marcar unas líneas de avance que restauren en años sucesivos la normalidad perdida.
Parecería lógico que en estas circunstancias dramáticas en diversos sentidos los dos partidos turnantes al frente del Estado, PSOE y PP, se aliasen en la empresa, con el fin de otorgarle mayor envergadura y de asegurar su durabilidad. Pero si ello hubiera tenido sentido mientras duraba el 'bipartidismo imperfecto', parece evidente que no lo es en la actual situación. Primero, porque por decisión soberana de los electores el PSOE no gobierna en solitario sin en alianza con la formación que se halla a su izquierda, Unidas Podemos, probablemente incompatible con un gobierno de concentración con fuerzas conservadoras. Y, segundo, porque la derecha democrática representa ahora sólo una fracción del hemisferio conservador, en el que hay una segunda formación de extrema derecha que, lejos de haber sido aislada por el PP, gobierna con él en numerosas comunidades autónomas y ayuntamientos. No es lo mismo un consenso PP-PSOE si ambos son los actores únicos en sus respectivos espacios que si juegan papeles relevantes Vox y Unidas Podemos.
En las actuales circunstancias, con un Gobierno que logró la investidura gracias a apoyos periféricos de izquierdas (de manera semejante a como Aznar consiguió el gobierno para el PP gracias a apoyos periféricos de derechas), la mayoría necesaria para aprobar los presupuestos podría obtenerse por dos caminos lógicos: o bien apoyándose el gobierno en un partido bisagra, o bien haciéndolo en el nacionalismo progresista. La opción del partido bisagra (Ciudadanos) no es viable porque en esta formación su antiguo líder renunció a la equidistancia (se definía como liberal y socialdemócrata al vez) para intentar encabezar la derecha; y por insuficiencia de escaños (el Gobierno y Cs suman unos escasos 165 diputados). La otra opción sí es perfectamente viable ya que el Gobierno más el PNV (6 escaños) y más ERC (13) consigue 174 escaños, suficientes porque habrá alguna formación más que no votará negativamente como harán el PP y Vox.
En definitiva, lo que haga Ciudadanos es poco relevante a corto plazo, aunque puede llegar a serlo a medio y largo plazo. Si Arrimadas desea que su partido desempeñe un papel arbitral sistémico como el FDP alemán, por poner el ejemplo más utilizado en politología, debe mostrar ahora la utilidad que tendría su formación si consiguiese más respaldo social, pero es impensable que esta funcionalidad sea creíble en tanto no se apee de forma ostensible y directa de la fotografía de Colón que expresa connivencia con la extrema derecha, la misma que niega la violencia de género y se ceba con la tragedia de los inmigrantes.
En cuanto al papel de los nacionalismos periféricos, es evidente que los padres constitucionalistas, acertada o desacertadamente, otorgaron a las formaciones nacionalistas el papel que luego estas han ejercido. Podrían haber dispuesto que solo pudieran acceder al Congreso de los Diputados las fuerzas políticas que obtuvieran escaños o una participación mínima en una docena de circunscripciones, por ejemplo, y no lo dispusieron. No es, pues, aberrante sino conforme con el espíritu constitucional que el PNV y ERC en este caso pacten con la mayoría las cuentas del Estado. Con ello, no se hace otra cosa que cumplir de una determinada manera la voluntad popular.
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