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José Ibarrola
Esclavos frente a nuestras playas

Esclavos frente a nuestras playas

Llega el verano y media Europa sueña con bañarse en playas españolas o italianas, sin tener en cuenta que a pocos kilómetros están vendiendo esclavos a 300 euros

mercÉ rivaS

Madrid

Miércoles, 29 de mayo 2019, 07:17

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Libia, sometida durante décadas al tirano Muhamar Gadafi, se ha transformado en una especie de agujero negro. La paz y el orden no ha llegado a este país que se ha convertido en un 'estado fallido'. Completamente fragmentado en grupos y milicias, superabastecido de armas y con el telón de fondo del petróleo que abunda en el país, con los intereses de las grandes compañías petroleras y de las grandes potencias mundiales, vive en pleno caos.

Todos los subsaharianos que llegan a Libia con la idea de alcanzar Europa son sometidos a cualquier atrocidad. Lo mismo que ocurría en siglos pasados con la esclavitud tan rechazada por los considerados demócratas y que ahora ignoran el tema.

Acnur calcula que hay más de 60.000 personas que cumplen todos los requisitos para pedir asilo y refugio y más de 700.000 migrantes esperando llegar a un país en paz.

En estos momentos, mientras Europa toma el sol en el Mediterráneo, en la orilla de enfrente hombres y mujeres son comprados en plena calle en mercados de esclavos, según denuncia la Organización Internacional para Las Migraciones (OIM), organismo de Naciones Unidas. Ellos, para los trabajos más duros; ellas, para la prostitución.

Las mafias trabajan con total comodidad en la ciudad de Sabha, centro de la compraventa. Los migrantes, una vez capturados por las mafias utilizando todo tipo de torturas, son vendidos para realizar trabajos forzosos viviendo en condiciones infrahumanas. Y el mundo calla o simplemente mira hacia otro lado.

Una vez raptados, los traficantes conectan telefónicamente con sus familias para pedirles un rescate mientras los chicos –y digo chicos porque son todos muy jóvenes–, son duramente torturados o violados. A esta situación hay que añadir las enfermedades que contraen por vivir en condiciones deplorables y el miedo a salir a la calle. Toda la población tiene miedo a la calle.

Las subastas se suelen hacer de noche, en algún patio trasero de un almacén a las afueras de las ciudades. Los jóvenes, que previamente han sido secuestrados por las mafias, desfilan uno detrás de otro. Una vez colocados se les va poniendo precio en función de la edad y características físicas. Los precios van de 300 a 600 euros más o menos.

Los que tienen más suerte y huyen de los secuestros acaban en jaulas de las mafias políticas locales, hacinados unos sobre otros. La mayoría proceden de Nigeria, Eritrea o Mali. Sus cuerpos demuestran cortes y heridas de torturas, incluso uno de los chicos denuncia ante un equipo de la CNN que a algunos «les introducen un arma punzante por su trasero».

Cuando les ponen a trabajar hay capataces que les pegan para que vayan más rápido. En realidad estos hechos no se diferencian mucho de las películas sobre la esclavitud que todos hemos visto en el cine o en la televisión, sentados en nuestros cómodos sofás de casa. Pero el mundo calla.

Corea del Norte es el país que ocupa el primer puesto en número de esclavos, según el Global Slavery Index. Más de 1,1 millones de norcoreanos se encuentran en esta situación, lo que supone un elevadísimo 4,38% de la población nacional.

Otro de los países que ocupan uno de los primeros lugares es Uzbekistán, donde se estima que 1,2 millones de personas viven en condiciones de esclavitud al ser obligados a ir a los campos de algodón a recoger kilos de este material que, en su mayor parte, acaba en Europa.

Desde hace años se viene denunciando la esclavitud en fábricas de ropa en India o Bangladesh, en las fábricas chinas que elaboran las marcas más codiciadas, en la minería, en la agricultura, pero la realidad en Libia es la que más se asemeja a las películas más duras que hayamos visto.

Existen documentos que hablan de esclavitud en el segundo milenio antes de Cristo, pasando por lo que nos contaron en las escuelas que ocurría en la Grecia clásica o en el Imperio Romano. Ahora está ocurriendo frente a nuestras costas en donde nos relajamos y pasamos nuestras vacaciones.

Las cifras son incalculables a lo largo de la historia; pero en la actualidad la Fundación australiana Walk Free calcula que hay 46 millones de personas en esa situación en 167 países.

Gracias a ellos, miles de familias del primer mundo hicieron y siguen haciendo fortunas incalculables.

Gracias a ellos, compramos prendas baratas, comida, gasolina o móviles y ordenadores en el resto del mundo.

Pero nada de esto nos conmociona, lo leemos y seguimos nuestras vidas aunque los gritos de los esclavos libios resuenen en nuestras playas.

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