Consumidor responsable
A la espera de las posibles objeciones que pueda suscitar la norma hay iniciativas que no solo apelan a un control por parte de la administración dado que alimentan formas de negocio que tensan cuando menos las cuadernas de la legalidad
El anteproyecto de Ley de Consumo Sostenible, aprobado ayer por el Consejo de Ministros y pendiente de su tramitación parlamentaria, integra un variopinto católogo de iniciativas que persiguen también objetivos dispares. Propósitos que van desde el intento de poner coto a prácticas abusivas a dotar de un marco legal, en este terreno también, a la apuesta por las energías limpias y el transporte considerado más beneficioso para la preservación del medio ambiente.
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A la espera de las posibles objeciones que pueda suscitar la norma –con medidas como la equiparación, en lo que a la difusión publicitaria se refiere, de la gasolina con el tabaco–, hay iniciativas que no solo apelan a un control por parte de la administración dado que alimentan formas de negocio que tensan cuando menos las cuadernas de la legalidad. Interpelan, también, a la propia responsabilidad de los consumidores a la hora de no contribuir a las mismas por mucho que vean en ellas un beneficio. Es el caso de la prohibición que quiere imponer el Ejecutivo a la reventa de entradas para espectáculos tras su compra masiva para luego encarecerlas en una segunda vuelta en el mercado.
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