Brecha generacional

La creciente desigualdad entre los jóvenes y la generación de sus padres retrata un problema social de primer orden agudizado por las crisis desatadas por la pandemia y la guerra en Ucrania que, pese a las generosas ayudas públicas aplicadas en ese periodo, dista de estar en vías de solución. Los menores de 35 años han visto disminuida su renta real y tienen serias dificultades para acceder a una vivienda, mientras la población de mayor edad y con más recursos ha elevado su patrimonio, incluido el residencial, según el Banco de España. Una desequilibrada redistribución de la riqueza que desmiente los discursos oficiales y que, como ocurre con el derrumbe de la natalidad –íntimamente relacionado con esta realidad–, es consecuencia de un peligroso cóctel compuesto por los bajos salarios de los recién incorporados al mercado laboral, generalizados en algunos de los sectores que más empleos han creado en los últimos años, y por unos precios inmobiliarios en continuo ascenso y prohibitivos para amplias capas de la ciudadanía. Detener esa espiral, a lo que en nada ha contribuido la ley de vivienda, es una necesidad que requiere acierto en las reformas estructurales en lugar de demagogia.