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Varios representantes de la coalición acuden a registrar la coalición SUMAR en la Junta Electoral Central. EP
Editorial

Un acuerdo apurado

La coalición entre Sumar y Podemos se materializa tras un pulso al límite por las listas que no es la mejor baza para movilizar el voto

El Norte

Valladolid

Sábado, 10 de junio 2023, 00:48

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La necesidad partidaria se hizo finalmente virtud y Podemos aceptó integrarse en la coalición liderada por Yolanda Díaz tras una enconada pugna por los puestos en las listas, en las que no pudo asegurar la presencia de Irene Montero. Una coalición que encuadra a gran parte de las fuerzas a la izquierda del PSOE que han apoyado a Pedro Sánchez. El resultado no llega a ser –menos aún, tras una negociación llevada al límite en la que han quedado de manifiesto las diferencias y desconfianzas mutuas– una federación de partidos con un programa político compartido y órganos de dirección o coordinación comunes. La alianza deberá someter su cohesión mínima a la prueba de la conformación de candidaturas en cada circunscripción, que generará probablemente más incomodidades que entusiasmos. Su evolución futura dependerá de si llega a formar parte de una mayoría de gobierno junto al PSOE o sus electos –integrantes a su vez de siglas distintas– engrosan las filas de la oposición.

Es la encrucijada a la que se enfrentan el socialismo de Sánchez y las formaciones a su izquierda. Especialmente visible en el caso de estas últimas. Gobernar contribuye a empastar posturas diversas. Aunque la experiencia del Ejecutivo de coalición haya ofrecido tantas divergencias y obtenido el 28M un rédito en las urnas tan decepcionante que ha llevado al presidente a desentenderse de la trabajosa alianza sobre la que continúa gobernando. A la vista de unas encuestas adversas, para aumentar sus expectativas de seguir haciéndolo necesitaba que prosperase el acuerdo entre Sumar y Podemos formalizado ayer, aunque el ruido que lo ha rodeado no es la mejor herramienta para despertar ilusión. La designación de Yolanda Díaz por Pablo Iglesias hace dos años invitaba a pensar que podría impulsar toda una ola unitaria de una magnitud equiparable al socialismo histórico. Pero la iniciativa se fue desangrando tanto por las diferencias entre sus intenciones y los morados como por el parsimonioso proceso que estableció la vicepresidenta hasta decidirse primero a asumir el reto y darle forma después.

El desafío al que se enfrenta la nueva coalición es reactivar su potencial voto tras ofrecer sobrados motivos para el desánimo general. Y hacerlo, además, en una inevitable confrontación con un PSOE obligado, por su parte, a asegurarse el mayor número de escaños posible sin concesiones hacia su izquierda.

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