Destinados a ser sombras
Audiocarta del director ·
El trabajo de Ayestarán y de otros periodistas está sirviendo para que los lectores de El Norte dispongan de una mirada propia, profesional y directa de uno de los conflictos más espeluznantes de nuestra historia recienteEn Bucha no sientes el hedor de los cuerpos al descomponerse en climas cálidos, cuando se pudren entre el zumbido de las moscas. Es el ... hedor de una descomposición más lenta gracias al frío, pero entra también directo al estómago. No me puedo quitar la náusea». Mikel Ayestarán, nuestro corresponsal en la guerra de Ucrania, cuenta así lo que observa y huele en esa ciudad al oeste de Kiev, epicentro de la barbarie rusa, ejemplo monstruoso, uno más, de cómo el hombre es capaz de hacer el mal sin medida; en este caso, de cómo lo hace la inhumanidad personificada en Putin y su ejército. El trabajo de Ayestarán y de otros periodistas está sirviendo para que los lectores de El Norte de Castilla dispongan de una mirada propia, profesional y directa de uno de los conflictos más espeluznantes de nuestra historia reciente.
Da la casualidad de que estos días, justo cuando el mundo contempla horrorizado –o indiferente, depende del día, depende del ángulo– lo que sucede en las húmedas calles de las ciudades de aquel país, han acabado en mis manos dos libros fabulosos que, desde perspectivas muy distintas, casi antagónicas, abordan la maldad del ser humano. En un caso para describirla y tratar de entenderla. En el otro para intentar rebatirla como un elemento inseparable de nuestra naturaleza. Leerlos en paralelo –el primero una crónica novelada, el segundo un ensayo– construye de paso un discurso distinto, una suerte de coincidencia reflexiva de la actualidad, la ficción y el análisis.
El ensayo se titula 'Dignos de ser humanos', es obra de Rutger Bregman (Anagrama, septiembre de 2021) y en él procura explicar argumentos y casuísticas que destierren o por lo menos cuestionen con fundamento el prejuicio hobbesiano de que el hombre es, por definición, un lobo para el hombre. A Bregman le obsesiona descubrir qué hace que una especie predispuesta más a cooperar que a competir, más a confiar que a desconfiar, sea a su vez capaz de cometer las mayores atrocidades: lo de Bucha, por ejemplo. Fácil de leer, sus 500 páginas están llenas de historias que, a la postre, animan a confiar en nuestra posibilidades de progresar, de hacer el bien, de ser mejores. El historiador prueba, como cuando recuerda la reacción de la población de Londres durante los bombardeos alemanes de la Segunda Guerra Mundial, que el hombre se crece ante la adversidad. Así está sucediendo en Ucrania, así está reaccionando el presidente Zelensky. Y constata que, lejos de hundir sus instintos en los demonios del egoísmo, el odio y la miseria, es capaz de recurrir incluso al humor. «Todo parecía indicar –escribe de los constantes ataques de la Luftwaffe sobre Inglaterra– que Hitler no había tenido en cuenta el carácter británico. La flema. El humor seco. Los comerciantes ponían letreros en la fachada de tiendas reducidas a escombros por las bombas: 'Estamos más abiertos que nunca'».
La novela es otro feliz hallazgo, se titula 'La ciudad de los vivos', obra de Nicola Lagioia (Random House, enero de 2022) y en ella se cuenta el crimen que acabó cruelmente con la vida del joven Luca Varani, en Roma en el año 2016. Otros dos sujetos, de edad parecida, le invitaron a la casa de uno de ellos y, tras una fiesta de sexo, drogas y alcohol de varios días, le torturaron salvaje y sádicamente hasta la muerte. Sin ningún motivo aparente. Aquí el relato, que está basado en hechos reales, se introduce en los testimonios de testigos, familiares, amigos e investigadores. La historia está impregnada de pesimismo y de dolor. Y de la certeza de que cualquier persona, basta solo un cambio de las circunstancias, un impacto profundo, una gota que rebose una obsesión o frustración arrastradas durante años, puede convertirse en un asesino en cualquier momento. Roma –a diferencia de Kiev– es para el escritor un paisaje que simboliza la eternidad, el cinismo y lo efímero: «En Roma –cuenta en la página 271– los poderosos se miran al espejo y ven una calavera, la conciencia de que estamos destinados todos a ser sombra. Que después de Augusto está Tiberio. Que todo hombre tiene un precio. Que la carne es débil. Que en la intersección entre via di Porta Maggiore y viale Manzoni trabaja un limpiacristales con un solo brazo».
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