Después de Merkel
Los retos a los que se enfrenta Alemania hace poco probable que los próximos treinta años sean tan beneficiosos como las tres últimas décadas
david mathieson
Miércoles, 14 de octubre 2020, 07:53
Este mes Alemania conmemora uno de los eventos más felices de su historia. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial el país había estado ... dividido por dos sistemas políticos y, desde 1960, la antigua capital Berlín por un muro construido para detener el flujo de gente desde la Alemania comunista hacia el oeste. La caída delMuro en el otoño de 1989 abrió el camino no solo a miles de berlineses extasiados sino a la reunificación del país entero.
La reunificación es una causa de regocijo nacional y las últimas tres décadas han sido una época dorada para el país. La integración del Este y el Oeste ha supuesto un período de estabilidad y prosperidad casi sin precedentes en la historia, a menudo turbulenta, de Alemania. Y también por primera vez, el país tiene una relación tranquila con los Estados colindantes, lo que permite a Berlín resolver una gran incógnita histórica: ¿qué es Alemania?
Un país como España, una península rodeada por el mar y sellada por los Pirineos, ha tenido fronteras indiscutibles durante siglos. Mientras tanto, las fronteras de Alemania se han expandido y retraído como una concertina a lo largo de los años con unos desenlaces catastróficas, en concreto en el siglo XX. Ahora es impensable que la historia se repita. Pero si algunos viejos fantasmas alemanes han sido desterrados desde 1990, es poco probable que los próximos treinta años sean tan benignos y surjan nuevos e importantes desafíos a superar.
El más inmediato es el de las consecuencias de la covid-19. Alemania ha hecho un esfuerzo impresionante para controlar la pandemia con un sistema de rastreo eficiente y servicios de salud con amplia capacidad, todo ello fruto de inversiones durante años. El número de despidos ha sido limitado aunque muchos trabajadores han visto reducido su horario de trabajo. Sin embargo, y lógicamente, todo tiene su coste. La Administración de la canciller Angela Merkel ha tenido que abandonar la política de 'Schwartz Null' (cero negro), el objetivo casi sagrado de eliminar el déficit fiscal –la diferencia entre los ingresos y los gastos del Estado–. Por si fuera poco, Merkel se ha visto obligada a aceptar transferencias colosales para apoyar a países como España e Italia que han sido los más castigados por el virus. Son medidas aceptadas a regañadientes en Berlín por establecer unos precedentes indeseados, y queda por ver si son suficientes para preservar la estabilidad del euro y la unidad de la Unión Europea.
Berlín ve el ritmo de la integración europea con recelo y también está preocupado por la desintegración de otra institución de gran valor estratégico: la OTAN. Desde 1945 hay un consenso bipartidista en Washington para defender a Europa a través de la OTAN. Durante toda la guerra fría y más allá, cualquier signo de agresión soviética se mantuvo bajo control por la presencia de tropas y armas estadounidenses. Pero esos días ya han pasado. El presidente Trump se pregunta por qué Estados Unidos deben pagar por una fuerza de defensa en Europa y en esto no está solo. Son muchos los congresistas en Washington, tanto republicanos como demócratas, que opinan que los países europeos deberían estar obligados a pagar más por su defensa.
La razón fundamental para la existencia de la OTAN –la amenaza del comunismo– ha desaparecido. Por desgracia, la agresión de Moscú todavía no y la relación entre Alemania y Rusia rara vez ha sido peor en los últimos 30 años. La interferencia rusa en países como Bielorrusia y Ucrania provoca un gran malestar en Berlín que puede tomar represalias negándose a comprar gas natural directamente de Rusia. Cuando el disidente ruso, Alexei Navalni, fue envenenado por el régimen de Putin hace pocos meses, el Gobierno alemán lo llevó a un hospital de Berlín.
Parece que la política en Berlín ahora es disidentes rusos sí, gas ruso no. También se ha enfriado la relación entre Alemania y China. Durante las últimas décadas el país asiático ha sido un mercado muy importante para la industria alemana y sus exportaciones se han más que triplicado desde los años 90. Pero ahora las disputas sobre el comercio, los derechos humanos y el futuro de Hong Kong han provocado tensiones evidentes.
Como consecuencia de estos retos es poco probable que los próximos treinta años sean tan beneficiosos para Alemania como los últimos tres décadas y tendrá que enfrentarlos sin su canciller Merkel. Durante casi la mitad de los decenios de oro, Merkel ha dominado la política dentro y fuera de su país. Muchos alemanes la llaman por su apodo –madre– y nunca ha sido más popular. Pero Merkel ha anunciado que no volverá a presentarse a las elecciones federales del próximo año. Puede ser una decisión sabia. Como se suele decir, hay dos enlaces en una carrera política: los que terminan en lágrimas y las que salen justo a tiempo.
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