Borrar
José Ibarrola

No te conozco

Crónica del manicomio ·

«Es muy difícil conocer a la gente. Probablemente no conozcamos a nadie. Dicho así, en seco, pero con la autoridad de quien se ha ganado la vida intentando entender a unos y a otros, el resultado da que pensar»

Fernando Colina

Valladolid

Viernes, 24 de mayo 2019, 07:26

Comenta

Llegados a cierta altura de la vida, el tiempo desacelera, te da la espalda y te deja ignorante y solo. En vez de sumar, resta. A la misma velocidad con que antes caminaba hacia delante, ahora frena y te suelta perdido en medio del campo, sin casa ni carretera.

A causa de este imprevisto parón nuestra percepción del prójimo flojea. En vez de caminar con los demás codo con codo, ganando confianza con el paso de los años, los conocidos se vuelven desconocidos y los familiares extraños a nuestros ojos. Una frustración inesperada revela su doble sentido: el de conocer cada vez a menos gente y el de conocerlos peor y como si estuvieran disfrazados o ausentes. El primero es obvio, pues nuestra actividad mengua y con ella lo hace el círculo social que frecuentamos. El segundo, en cambio, es más complejo, y nos somete a la desagradable impresión de que entendemos peor a todo el mundo, tanto a los recién llegados, que no sabemos todavía de qué pie cojean, como a los de siempre, que nos desengañan y les dedicamos pronto un incrédulo «no te conozco», «¡cómo has cambiado!», «¡qué sorpresa!». La gran duda, naturalmente, compañera siempre de este tipo de argumento, es si el cambio recae del lado del otro, por su metamorfosis y sus acomodos, o somos nosotros mismos los que lo miramos todo bajo una nueva óptica.

Es muy difícil conocer a la gente. Probablemente no conozcamos a nadie. Dicho así, en seco, pero con la autoridad de quien se ha ganado la vida intentando entender a unos y a otros, el resultado da que pensar. Puesto que te pagaban por ello, creías garantizado tu acierto en el conocimiento de los demás. Es cierto que muchos eran francamente complicados, personas con encanto, pero muy particulares en su manera de entender las cosas y en su trato. Pero otros, en cambio, eran simples, de una sola dimensión, sin recodos ni secretos y, sin embargo, tampoco quedabas contento con el boceto de sujeto que construías para seguir hablando. A veces eran los que más te sorprendían. Como el caballo manso que se encabrita sin saber la razón o de repente hace un extraño, así reaccionan muchas veces los seres más ingenuos y planos.

Pero todo contiene un lado bueno. De todo se saca provecho. O eso pregonan los abuelos. Y del no conocer se deriva el respeto. A veces, el mayor homenaje que podemos brindar a los demás es desconocerlos. Quien te conoce te esclaviza, así que no está de más cultivar como amigo a quien no comprenderás jamás, ni aunque duermas a su lado. En realidad, cuando alguien te pregunta que si le entiendes, lo más prudente es aceptar la pregunta como una trampa. Pues si dices que no, pueden considerarte como grosero e indiferente. Pero si dices que sí, puedes convertirte en alguien intempestivo o impertinente. A veces las preguntas más convencionales y frecuentes se convierten en un prueba de la que sales por los pelos.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla No te conozco

No te conozco