Ni Regalado
«Valladolid vuelve a vivir un San Pedro Regalado vinculado al toreo. Una feria que debe crecer y asentarse»
Estoy dándole vueltas a lo de la infalibilidad. Eso de no equivocarse. Pese al 'errare humanum est', según el dogma católico el Papa nunca se ... equivoca cuando interviene en tal condición de pontífice, sí en cuestiones mundanas. Vamos, que puede confundirse al coger la sal, y que resulte que es el azúcar. No seré yo quien ponga en duda dogma alguno, algo comprensible si me declaro insumiso dogmático. Y pienso que, sin que proceda de dogma o imposición doctrinal algunos, el sanchismo ha absorbido esa categoría de la infalibilidad. De un modo menos místico. Más prágmatico. Así, Sánchez opina una cosa y su contraria. Y sus devotos le vitorean en un caso, y en el opuesto. Más que una ideología, el sanchismo es pura religión. Y el delirio hooligan de una agencia de colocación.
Uno de sus más valerosos, esforzados y acríticos esbirros es el exalcalde de Valladolid, Óscar Puente. Que como aquellos Bordinis, equilibristas festivos en la plaza Mayor en la década de los 80 del siglo pasado, se mantiene a duras penas en vertical sobre el alambre de las catenarias ferroviarias. Cuando fue alcalde por sorpresa, abjuró de su querencia a los tendidos del coso del paseo de Zorrilla y dejó sin empleo al fraile Pedro Regalado, que fue nombrado santo tras protagonizar el milagro de amansar a un toro huido del Raso de Portillo, predios cercanos al monasterio de El Abrojo, donde habitaba. Su sabotaje a la tauromaquia, propio de un fino espíritu cultural y nada sectario, dejó los trofeos taurinos de titularidad municipal en las vitrinas de objetos perdidos.
Tras ese tiempo de represalias y resentimiento, el cambio de equipo de gobierno, y de alcalde, ha permitido que las aguas de la libertad y el respeto a la pluralidad social vuelvan a su cauce. Lejos ya de Valladolid el vicario de Su Sanchidad, la ciudad ha abandonado la crispación que tan bien sabe provocar y alimentar el sector zurdo de la política, y los toros tienen el reconocimiento público que merece cualquier otro ámbito de la cultura.
Pese a algunos (los mayores enemigos habitan en la propia tauromaquia, incluidos los que la intentan patrimonializar desde presupuestos exógenos a la realidad de su propia naturaleza), Valladolid vuelve a vivir un San Pedro Regalado vinculado al toreo. Una feria que debe crecer, asentarse y proyectar las posibilidades de acogida de la ciudad.
Una urbe moderna y abierta, y por eso lejana a prohibiciones y cancelaciones. Una ciudad con trapío, que no necesita a quien no sabe valorar su historia y su diversidad. Ni Regalado.
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