Error, sí, el de mentir
«Así, dos folios en blanco y un boli como instrumental necesario, cabe proponer la formulación de un modelo de impreso para que sepamos qué formación posee cada uno de quienes nos gobiernan»
Deberes para el verano. Para cargos públicos, los que resultan del sufragio de la ciudadanía, y los elegidos por quienes ostentan las más altas esferas ... del poder. Agosto está a las puertas, y algún ejercicio mental de importancia para la salud democrática, pero que puede ser afrontado de modo desenfadado, quizá favorezca el acceso a unos días de reposo relativo. Una rebaja en la tensión de las tareas cotidianas, una reformulación del Ibex emocional.
Así, dos folios en blanco y un boli como instrumental necesario, cabe proponer la formulación de un modelo de impreso para que sepamos qué formación posee cada uno de quienes nos gobiernan. Vendría bien un contenido obligatorio, sin posibilidades de licencias literarias (que convierten mentiras y engaños flagrantes en inocentes errores y olvidos), de tal modo que, tras la mención a la titulación, se diga si existe el título de licenciado o graduado. Sí o no. Y para quien marque la casilla del no, pues que se le permita decir hasta qué curso llegó, y si quería pero dejó de querer estudiar, o si la exigencia intelectual le superaba, o si hubo un profesor perverso, pero que muy malote, que le hizo la vida imposible y tuvo que abandonar… O si el fracaso se debió a la rubia (o al rubiales) de dos filas más adelante, que le impedía fijarse en la pizarra.
Y si quiere poner la mención de «estudios en…» qué diga hasta qué curso, no pase como con ese torero que se matriculó en arquitectura y se le tenía por universitario. Todo hay que decirlo, como matador de toros fue notable, pero…
Y toda mención a licenciaturas o grados, con el archivo adjunto del título. Y también los de másteres y cursos, que los que se otorgan en esas jornadas de los partidos y las asociaciones de vecinos no poseen carácter oficial y ni siquiera pueden ser llamados, cabalmente, como tales.
Así se irán evitando tantos errores y expresiones fraudulentas en los currículos. Hay que ayudar a que el personal se equivoque menos, claro que sí.
Y, para rematar la jugada, y evitar otras manipulaciones no menos importantes, que se hagan públicos los datos de los altos cargos en relación con los centros educativos en los que cursan estudios sus hijos y si están afectos a algún tipo cobertura sanitaria, especificando si es pública o privada, la propia y la familiar.
De esta manera el ciudadano puede comenzar a tener una ligera idea de la formación y capacidades de la persona que gestiona lo público, y determinar cuán duro o indulgente debe ser su juicio, así como el grado de coherencia de quienes defienden unos sistemas de cara a la galería y se entregan con pasión (y cuota mensual) a otros, sabedores que donde encontrar la calidad y agilidad que persiguen.
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