El trampantojo de la estación
Parece que los problemas técnicos que esgrimía hasta hace muy poco tiempo son mucho menos importantes que los que haya podido tener en los viaductos de El Castro entre Castilla y León y Galicia o en las obras que recientemente ha visitado bajo el Támesis en Londres
Cecilio Vadillo
Miércoles, 26 de febrero 2025, 06:26
«Valladolid no tendrá soterramiento». Esto dijo el ministro de transportes justo antes de tomar posesión de su cargo, para dejar claro que iba a ... ser una de las prioridades de su mandato. Lo cierto es que, por una vez y sin firmarlo ante notario, parece que está dispuesto a cumplir su «palabra». Agotados sus paupérrimos argumentos en contra del soterramiento ha cambiado de estrategia e intenta tendernos una nueva trampa para no soterrar las vías del tren su paso por Valladolid. De pronto, como si de un truco de magia se tratara, se saca doscientos cincuenta millones de la chistera para hacer una nueva estación que estaba valorada en setenta millones en el convenio de 2017. Lo que intenta con este inmenso trampantojo es hipnotizar a la ciudadanía para ocultar la cruda realidad y el muro de la vergüenza de más de cinco kilómetros que condena a más de noventa mil ciudadanos a vivir al otro lado de las vías del tren, algo indigno para una ciudad del siglo XXI. Llama la atención que hiciera la presentación en la Agencia Tributaria ubicada en una zona con numerosos e importantes edificios públicos y no en uno de los barrios de la zona este, especialmente olvidados por todas las administraciones.
Es curioso que sea el ministro quien, con sus propias contradicciones, nos acabe dando la razón a los que defendemos el soterramiento. Por un lado, deja claro que en Valladolid no son los problemas económicos los que lo impiden; sobre todo, si tenemos en cuenta que en este momento la Sociedad Valladolid Alta Velocidad tiene en caja cien millones y aún no han vendido ni un solo metro cuadrado del suelo de los antiguos talleres, cuando tenían previsto en el convenio de 2017 ingresar trescientos veintiséis millones hasta 2024 y ochocientos tres hasta 2033. Por otro lado, parece que los problemas técnicos que esgrimía hasta hace muy poco tiempo son mucho menos importantes que los que haya podido tener en los viaductos de El Castro entre Castilla y León y Galicia o en las obras que recientemente ha visitado bajo el Támesis en Londres, donde puso en valor la capacidad técnica de los ingenieros españoles y las constructoras españolas.
Si está claro que el soterramiento es viable económicamente y técnicamente y que únicamente depende de la voluntad política y del compromiso del ministro con Valladolid, ¿por qué se empeña en mantener esta cicatriz de norte a sur que segrega a un tercio de la población con todos los problemas de integración, accesibilidad y seguridad que genera?
Pienso que no se atreve a reconocer el grave error que cometió firmando con el Partido Popular el convenio de 2017 en el que, además de renunciar a soterrar, se comprometió a seguir financiando las obras del Estado y a regalarle a ADIF el suelo recalificado de los antiguos talleres para que sean ellos los que especulen y puedan financiar soterramientos en otras ciudades. En segundo lugar, quizás no haya perdonado a los vallisoletanos haber perdido la alcaldía, entendiéndolo más como una humillación que como un hecho democrático, olvidando, desde el orgullo y el resentimiento, que los políticos no están para imponer sus megalómanos proyectos y caprichos, sino para servir a todos los ciudadanos y permitidles que elijan su modelo de ciudad.
Por supuesto que desde la Plataforma queremos la mejor estación posible para Valladolid, pero soterrada como la que están acabando en Murcia o empezando en Lorca. Que no nos confundan, el debate no es estación sí, o estación no; sino estación en superficie sin soterramiento o estación soterrada con soterramiento. Entre estas dos alternativas no hay ninguna duda, el soterramiento es la única propuesta que haría de Valladolid una ciudad más integradora, más solidaria, más accesible, más ecológica y más próspera económicamente, aportando a la ciudad más de ciento cincuenta mil metros cuadrados para uso público, lo que favorecería la convivencia de todos los vecinos y vecinas de ambos márgenes de las vías.
Sorprende que desde posiciones supuestamente de izquierdas y en contra de lo que hacen en otros municipios, se ensalce un megalómano proyecto frente a los valores de justicia social y de igualdad. Hace pocos días una señora nos dijo que no quería el soterramiento para que no pasaran los del otro lado de la vía al centro de la ciudad. No creo que actitudes de este tipo formen parte del ideario de los partidos de la izquierda de Valladolid.
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