Camelo
«Una fascitis plantar que te quita las ganas de vivir y que los médicos de confianza tratan con dosis caballares que te dejan 'apijotao' pero permiten aguantar»
El dolor es una sensación que te vuelve irracional, sobre todo cuando se presenta de la noche a la mañana sin causa que lo justifique ... ni aspirina que lo alivie. Aunque no he padecido (todavía) los males de esos santos que subieron al Cielo por aguantar sin blasfemar lo que les mandaba la Providencia, he sufrido lo mío con cosas banales pero dolorosas a más no poder. Por ejemplo, una fascitis plantar que te quita las ganas de vivir y que los médicos de confianza tratan con dosis caballares que te dejan 'apijotao' pero permiten aguantar. Mi amigo Enrique, que es acupuntor, huye de esos tratamientos clásicos y aplica agujas, pequeños masajes y potingues un poco dulces y nada tóxicos.
Suelo acudir a él después de que sus otros colegas me hayan aliviado el dolor agudo con inyecciones, por lo que no sé si me gustaría la terapia que practican los profesionales de este reportaje, aunque según resultados pensaría que es un milagro si me alivia o un camelo si no lo noto al cabo de media hora, que es lo que se espera del Nolotil. Ya sé que esta terapia solo se aplica con los dolores crónicos, que nunca he sufrido, pero cuando en el patio de mi colegio nos despellejábamos la rodilla el maestro nos obligaba a repetir delante de toda la clase: «San Apapucio bendito, la pierna me duele mucho, pero don Vicente me ayuda y ya no me duele», momento que él aprovechaba para preguntarte: «Si ya no te duele ¿por qué te quejas, llorica?». Mano de santo, oiga.
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