¡Bienvenidos a la anómala normalidad!
«Quizá deba pensarse que, si el PP prosigue enredado en sus terribles combates intestinos, en el fondo no han cambiado demasiado las cosas»
Un síntoma de que empezamos a regresar a la auténtica normalidad es que parece haberse superado el miedo a disentir. Por primera vez desde que ... explotó la pandemia, se revisa o cuestiona lo que se convirtió en la verdad oficial u oficialista sobre el origen del coronavirus y todo lo que ha ocurrido después. Sin duda, no es una casualidad. Porque daba la sensación de que existía algún temor a explorar caminos alternativos e incluso a plantearse algo tan obvio como lo sospechosas que resultaban ciertas coincidencias: en los laboratorios de Wuhan se experimentaba con murciélagos desde hacía tiempo; y el rocambolesco salto de un virus de éstos a los humanos a través del pangolín no era –en absoluto– una explicación más plausible que la que proponía un fallo en la seguridad de dichos centros.
Que Biden haya encargado –ahora– la elaboración por los servicios secretos norteamericanos de un informe no controlado por China, ni mediatizado por la OMS, certifica este cambio de tendencia. Ya no se trata de los delirios de un enloquecido Donald Trump, culpando de todos los males a las conspiraciones urdidas contra él en otros países. No es paranoia. Ni racismo. Ni odio. Hay una determinación clara de buscar la verdad. Pues tantas rectificaciones respecto a las medidas que debían tomarse, como versiones acerca de los inicios, difusión y remedios a propósito de la pandemia, siguen dando que pensar.
Y no deja de ser preocupante que se haya actuado con tanto dogmatismo o agresividad desde algunos medios, descalificando cualquier aproximación heterodoxa. Hemos asistido, así, a estigmatizaciones y linchamientos mediáticos de quienes diferían de las posiciones más extendidas en su momento, aunque –por otra parte– éstas estuvieran cambiando a cada paso. Y esa voluble radicalidad no ha de ser entendida –precisamente– como demasiado normal.
En España, el indicio del retorno a un estado habitual de la realidad viene marcado por curiosas paradojas: por ejemplo, se ha producido en los últimos días el ya casi raro hecho de que saltara a las portadas y titulares de la prensa e informativos de televisión el tema del proceso independentista en Cataluña, tras muchos meses sin que se hablara de ello. Otra casualidad. No obstante, en Castilla y León la impresión general es que la normalidad va a tardar en llegar. Antes, con todas sus deficiencias y penurias, nuestra Comunidad Autónoma se caracterizaba por mantener una pulcra relación institucional con el gobierno de la nación, gobernara quien gobernara, PP o PSOE. Sin embargo, recientemente, la misma ha destacado por las asiduas discordancias con Moncloa a propósito de un buen número de medidas que atañían a la pandemia.
Y es muy llamativo que -dentro de lo que podría considerarse la lógica interna de partido- la Junta de Castilla y León (con su omnipresente vicepresidente a la cabeza) se haya mostrado tan beligerante como otros dirigentes autonómicos del PP hacia las políticas de Sánchez, pero en sentido contrario. O sea, que mientras Ayuso clamaba contra las restricciones impuestas por las directivas gubernamentales a nivel nacional, desafiándolas a menudo y haciendo bandera de su desobediencia, se diría que la pretensión -aquí- ha sido ir todavía más lejos que aquellas normativas que propugnaban confinamientos perimetrales o toques de queda. Y ahí seguimos.
Probablemente, los motivos de ese peculiar desajuste, ajeno a lo que vino siendo la trayectoria del PP castellano y leonés durante décadas, haya que buscarlos no sólo en el hecho de que, hoy, gobierne en coalición con Ciudadanos, sino en circunstancias no menos relevantes. Sería el caso de un encaje no muy cómodo dentro de las tendencias predominantes en el partido; o de una tensión entre la cúpula de aquél y sus líderes en esta región. Algo que se está haciendo patente en los congresos provinciales celebrados y por celebrar. Por lo que –quizá– deba pensarse que, si el PP prosigue enredado en sus terribles combates intestinos, en el fondo no han cambiado demasiado las cosas. Y que, en efecto, no nos encontramos tan lejos de volver al mundo del pasado: ¡Bienvenidos a la anómala normalidad!
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión