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En baloncesto se les denomina 'los minutos de la basura'. Son aquellos del tramo final del partido en los que el resultado está ya decidido ... pero hay que esperar a que se cumpla el tiempo reglamentario. «Mutatis mutandis» cabría calificar así este período agónico de la legislatura en el que Pedro Sánchez Pérez-Castejón intentará cumplir el plazo estipulado, que se cumple en 2027, pero en el que ya nada de provecho parece que vaya a suceder. El motor de la acción política más que gripado está absolutamente reventado. Aquí no se aprueba una ley, ni pueden presentarse unos Presupuestos Generales del Estado, ni hay margen para pactos, ni es posible una regeneración moral y ética que el país está pidiendo a gritos. Todo parece descomponerse por momentos y la opción de resistir a cualquier precio y aguantar numantinamente dos años más se revela a todas luces tan voluntariosa como estéril.
El nauseabundo panorama político se asemeja a un albañal en el que campan por sus respetos personajes de tercera que no deberían tener cabida en el reparto. Aquí figuran Víctor de Aldama, Pérez Dolset, Santos Cerdán, Leire Díez, Koldo García, José Luis Ábalos y toda una patulea de figuras que han contribuido a la irreversible degradación moral del partido del Gobierno. No hay ética sin estética, y la de estos lindos se asemeja bastante a las de las películas de hampones. Ellos son protagonistas de escándalos, amenazas, mentiras, whatsapps comprometedores, audios que producen bochorno y unas trayectorias que no tendrían cabida alguna en aquellos tebeos de nuestra infancia titulados 'Vidas ejemplares'. Son lo mejor de cada casa, un colectivo que los militantes sensatos del PSOE, que existen, quieren sacudirse de encima cuanto antes para no verse confundidos con ellos y, en consecuencia, ser arrojados al abismo por los ciudadanos en próximas comparencias electorales.
Sánchez permanece silente para no dar explicaciones y sus más fieles ministros, como Pilar Alegría, Óscar López y María Jesús Montero, hacen el ridículo a coro en comparencias llenas de mentiras sin decoro alguno. Todo huele a podrido, en un tiempo político que se precipita a su final por la torpeza y los comportamientos reprochables de quienes manejaron en provecho propio puestos de poder cayendo en la corrupción que dijeron venir a conjurar cuando urdieron la moción de censura contra Rajoy. En la trama no falta de nada: dinero, chantajes, extorsión, amenazas, prostitutas, supuesta malversación de caudales públicos, enchufes, amiguismo, connivencia, clientelismo, grabaciones, nepotismo, abuso de poder y un amplio catálogo de delitos y faltas que atraviesan, de norte a sur, todo el código penal.
La percepción pública es de hartazgo, asco e indignación. Aquí no se trata de progres contra fachas, sino de tener un Gobierno con el que se pueda estar o no de acuerdo, pero del que los ciudadanos no se avergüencen. Pretender negar los hechos, las evidencias y las actuaciones reprobables achacando las culpas a las fuerzas reaccionarias y a la oposición politica no es sino un ejercicio de funambulismo más propio de un boxeador sonado que de un gobernante que se precie de tal. La situación general es preocupante y Sánchez ve como se agotan los conejos de su chistera mientras atisba un panorama inquietante y poco tranquilizador. Tal parece que el guion de este desvarío sin cuento lo hubieran escrito a medias Ramón María del Valle-Inclán y Carlos Arniches, porque la realidad de España se mueve hoy entre el esperpento y el sainete. Aunque, al final, todo se parece, cada vez más, a un vodevil.
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