Mi Valladolid no es la tuya
«Leía a Peláez y a menudo no reconocía mi ciudad en su idea de Valladolid»
Me pasaba a veces al leer a un columnista 'nuestro', mal que les pese a ABC y a Rafa Latorre, que fueron segundones con él. ... Leía, digo, las vallisoletanías de José Peláez y a menudo no reconocía mi Valladolid en el suyo. Creo, incluso, que su Valladolid estaba más cerca del Valladolid de su enemigo íntimo Óscar Puente, que ya les jodería a ambos... Un Valladolid de colegio concertado como, curiosamente, aquel en el que estudié yo y del que nunca me sentí parte, en el que hasta los compañeros te llamaban por el apellido. Con una chavalada que salía por sitios por los que yo nunca salí, que pertenecía a cofradías a las que yo nunca 'devocioné' O que jugaba al fútbol en equipos en los que yo no jugué.
Mi nostalgia es la valla que saltábamos para jugar las pachangas en verano en el patio del Giner de los Ríos. El taller de carpintero de mi tío y la trastienda llena de papelajos; el piso de mis abuelos en la Rondilla y el cine Babón; la sensación de que el mundo de los Privata, los Levis y el Cuadro me era afortunadamente ajeno.
El otro día, al pasar por Delicias durante la marcha por la Sanidad, a pasito de manifestante de domingo, me di cuenta de que el Valladolid de esos vecinos tampoco es el mío. Ni mi Valladolid de entonces ni el de ahora. Como tampoco es el de quienes llenan de vida el barrio de La Victoria o el que viven mis alumnos de la UVA o de la UEMC. Lógico, comprendo ahora, que el retrato en blanco y negro de Peláez difiera del retrato mental que guardo del mismo paisaje. Y concluyo que no pasa nada: solo son vidas distintas. Una diversidad que se complica cada vez más, porque la ciudad evoluciona, cambia y se adapta. Y ante eso solo quedan dos opciones: negar la realidad y encerrarse en una nostalgia con visión de túnel o aceptarla.
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