Los padres de Sebas
«Pasará el tiempo y habrá otras tragedias, pero el hueco negro de Kerana y Borislav permanecerá»
En el salón de casa, en el dormitorio, en los marcos de fotos, en ese sofá en el que, como buen adolescente, se habrá llevado ... un «¡no pongas los zapatos encima de los cojines!» o cualquier reprimenda parecida, habrá hoy un hueco denso. Y seguirá ahí mañana. Como esas espumas verdes en las que se clavan las flores artificiales, cuando les hundes los dedos y se quedan deformadas para siempre, incapaces de volver a ser lo que fueron.
En la nube de Internet permanecerán los titulares. «Muere un joven de 15 años mientras jugaba al fútbol en Zaratán». Y los «DEP» de comentarios más o menos anónimos y las condolencias y los abrazos y los minutos de silencio y los lutos oficiales. Y en cada casa con un hijo en edad similar, una burbuja de angustia en el pecho y un suspiro de alivio por la supervivencia de los tuyos.
Y pasará el tiempo y habrá otras tragedias. Y otras congojas. Pero el hueco negro de Kerana y de Borislav, los padres de Sebas, el «joven de 15 años» del título, permanecerá casi inalterado, con la huella marcada. Un hueco punzante, una patada en el ánimo en los momentos más inesperados, cuando se cruce por delante un recuerdo, un olor, una camiseta vieja, un libro garabateado, un sabor.
Sobrecoge la fragilidad, pero aterra el después. Las mil preguntas y las cero respuestas al por qué, al si podía haber sido de otra manera, al debí decirle o al qué habría pasado si. Esa sombra instalada ya para siempre en la vida de unos padres, en cierto modo, huérfanos, aunque hay quien propone otra palabra, huérfilo, que suena igual de destructora. La vida sigue, sí, y ojalá puedan recobrar parte del color que se ha opacado, de la alegría ahora mitigada. Ojalá, de verdad. Y ojalá supiera cómo.
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