38 años de la catástrofe aérea del Toro de la Vega
«Sin saberlo, el suelo de la pista del Aeropuerto de Villanubla fue el último que Emilio Martín-Calero y Ramón Martín de la Concha pisaron con vida»
Lunes, 13 de septiembre 2021, 11:26
Era un martes trece, los supersticiosos dirían que la tragedia la llevaba asociada en el calendario, pero esa fecha fue, solamente, fruto del azar. ... Como cada año, el martes siguiente al inicio de las fiestas patronales de Tordesillas, se celebra el torneo del Toro de la Vega. La casualidad quiso que en 1983 dicho festejo se celebrara en martes y trece.
Las crónicas dijeron entonces que aquella mañana había amanecido con una temperatura típica en el mes de septiembre, y Emilio Martín-Calero y su primo, casi hermano, Ramón Martín de la Concha decidieron salir a fotografiar el torneo desde la avioneta deportiva propiedad Emilio. Lo hacían a menudo, y a Emilio le venía bien distraerse, pues hacía menos de cinco meses había enviudado de Piedad, su esposa y madre de sus doce hijos.
Sin saberlo, el suelo de la pista del Aeropuerto de Villanubla fue el último que ambos pasajeros pisaron con vida. En pleno vuelo, y ya sobre el cielo de Tordesillas, un fallo mecánico segó la vida de los dos primos. Primero un tirabuzón en el aire, después un preocupante descenso, y por último una fatal caída en picado para, así, minimizar el riesgo a las cerca de cuarenta mil personas asistentes al festejo. Decidieron, en un acto de heroicidad, dejarse caer en picado y así «tan solo» sufrir ellos los posibles daños, que fueron catastróficos.
Contaron, también las crónicas, que Martín-Calero apareció con el pecho destrozado, y Martín de la Concha con la cabeza colgando contra el cuello. A tan solo unos metros de distancia, y en una segunda avioneta, uno de los hijos de Emilio fue testigo mudo y directo de una catástrofe que marcó para siempre la celebración del Toro de la Vega.
El 13 de septiembre de 1983 la vida de Martín-Calero y Martín de la Concha se paró para siempre, pero paradójicamente el reloj que Calero llevaba en la muñeca no ha dejado de funcionar hasta hace unos años. La fugacidad de la vida, la sempiterna permanencia del tiempo.
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