Certeza, verdad y convicciones
Carta del director ·
«La democracia se la juega en este partido más que en ningún otro: en el de diferenciar conceptos como verdad, certeza, evidencia y convicción»Secciones
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«La democracia se la juega en este partido más que en ningún otro: en el de diferenciar conceptos como verdad, certeza, evidencia y convicción»Quien no haya visto la película 'Cónclave', que la vea. Pocas veces un estreno cinematográfico se ajusta tanto a la actualidad. En ella, basada en ... una novela con el mismo título y proyectada en cines por primera vez en octubre del año pasado, se cuenta el periodo que transcurre desde la muerte de un papa hasta la designación de su sucesor. El protagonista, el cardenal Lawrence, encargado de dirigir el cónclave que elegirá al nuevo sumo pontífice, está encarnado por el actor Ralph Fiennes (curiosamente, el mismo que hace del general nazi de 'La lista de Schindler'). Hay un momento crucial en la película, el de su homilía previa al comienzo del encierro de la alta jerarquía en la Capilla Sixtina. En esa alocución dice lo siguiente: «La certeza es el gran enemigo de la unidad. La certeza es enemiga mortal de la tolerancia. Incluso Jesucristo no tuvo certezas antes de morir. Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado, gritó en su agonía en la cruz. Nuestra Fe está viva precisamente porque camina de la mano de la duda. Si solo hubiera certezas sin dudas, no habría misterio ni, por tanto, necesitaríamos la Fe. Recemos para que Dios nos conceda un Papa que dude».
Es un texto que, contra lo que cabría pensar, pone el acento precisamente en el valor de la verdad. Y lo rescato porque es una pugna a muerte, decisiva, con consecuencias graves y definitivas, la que se vive en esta época entre la verdad y la falsedad, a todos los niveles. La certeza puede interpretarse como sinónimo de evidencia, de prueba, pero sobre todo se aplica a su segunda acepción: la firme adhesión de la mente a algo conocible, sin temor de errar, según explica el diccionario de la Real Academia. Vivimos rodeados de gente que solo tiene certezas, que apenas duda. O, como denunciaba el jueves en una entrevista en El Confidencial el físico progresista Alan Sokal, que duda y disocia del básico contraste científico cuestiones esenciales, casi siempre producto de un peligroso constructivismo ideológico. Explica el investigador: «Se dice que hay discriminación al decir que el sexo es un hecho biológico objetivo. O sea, reconocer un hecho biológico objetivo es en sí una discriminación. No lo puedo entender. Un hecho biológico es lo que es. También están los que tratan de argumentar que hay más de dos sexos, pero tenemos argumentos científicos que demuestran que es falso. El sexo en la biología se define por las capacidades reproductivas de cada individuo y en todas las especies mamíferas hay, por lo menos, dos tipos de gametos, óvulos y espermatozoides. No existen individuos hermafroditas. O sea, o produces óvulos o produces espermatozoides, o tal vez ni uno ni otro. Tú te puedes sentir lo que quieras, pero eso no cambia el hecho de que, o produces óvulos o produces espermatozoides».
Esto enlaza con el nuevo foco de debate y atención mediática en Estados Unidos, donde el presidente, Donald Trump, está atacando a la comunidad universitaria de un modo que Al Gore, ex vicepresidente del país, explicaba también de una manera muy clara esta misma semana: «Justo después de la Segunda Guerra Mundial, un pequeño grupo de filósofos que escaparon del régimen asesino de Hitler, volvieron a Alemania y formularon una especie de autopsia moral del Tercer Reich. El más famoso de ellos, de la Escuela de Frankfurt, fue Juergen Habermas. El fue quien describió cómo los nazis atacaron el corazón de lo que distingue lo verdadero y lo falso. La administración Trump está insistiendo en crear su versión preferida de la realidad». Tristemente, así es.
La democracia, el imperio de la ley, las libertades, los derechos sociales y la igualdad se la juegan en este partido más que en ningún otro: en el de diferenciar conceptos como verdad, certeza, evidencia y convicción. No son la misma cosa. Hay ámbitos humanos en los que no conviene exagerar las certezas, lógicamente. Eso favorece la convivencia y la conciencia colectiva. La unión, el consenso. Y otros en los que, como la ciencia, cada vez que aplicamos ideología y no pruebas ni datos objetivos, me da igual en temas de género como en los climáticos, que suelen ser los que alimentan posturas ideológicas contrarias, damos pasos atrás. En fin, sobra decir que las convicciones deberían quedar circunscritas a adhesiones religiosas o creencias personales… Benditas dudas.
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