Activismo
«No se sabe el origen de su empuje, ni hacia donde lo dirigen, pero están ahí en la trastienda, en la despensa de la sociedad, suministrando los alimentos que le abastecen»
Todavía hace cuarenta años, al menos hasta la caída del Muro en 1989, rebelarse u oponerse a algo exigía comprometerse en un gran colectivo. Había ... que hacerlo desde una organización o un partido, con su ideología, sus líderes, sus militantes y sus intelectuales orgánicos. Hoy las cosas han cambiado bastante. El activismo presente es mucho más molecular, polimorfo, heteróclito. No es inscribible. Sus participantes comparten ideas y movimientos de todos los colores: feministas, ecologistas, disidentes sexuales, animalistas, civilistas, antiglobalización, o militantes contra lo que a uno se le ocurra poner enfrente, con tal de que sea dominante y fuerte.
Ninguna estrategia común une a estos ciudadanos henchidos de rebelión, inconformismo y buenas intenciones. Se reconocen entre sí sencillamente porque se oponen. Forman parte de un humus social que borbotea efervescente desde los suelos de la política y la cultura. Constituyen un caldo de cultivo, un fermento, un esfuerzo embrionario que alimenta, orienta y dirige la conducta de los hombres. Ejerce como un inconsciente político que determina los acontecimientos sin salir en los medios ni mostrar sus rostros en las redes sociales. No se sabe el origen de su empuje, ni hacia donde lo dirigen, pero están ahí en la trastienda, en la despensa de la sociedad, suministrando los alimentos que le abastecen.
El activismo actual carece de pensamiento propio. Su denominador común es el amor por lo distinto y la resistencia antisistema frente a todo lo normativo. Sus adversarios principales son el capitalismo y el patriarcado. Lo que les instiga a la subversión es lo que el poder haga con el dinero y el sexo, que son los dos pilares de la construcción de la sociedad y de la identidad de cada sujeto. No les mueve tanto constituir un partido, pues siempre acaban escaldados, como remover los cimientos. Y se proponen hacerlo mientras tengan ganas y sientan la oportunidad. No buscan una solución o una satisfacción final, sino simplemente sentirse en movimiento. Son un movimiento en el sentido más genuino de la palabra. ¡Nada menos! Aunque a algunos les parezca insuficiente, inútil o trivial.
Su metáfora principal es la microbiota. Esos billones de bacterias, hongos y microbios que nos ocupan, que llegan a pesar varios kilos y que sin embargo no los vemos, aunque sin su ayuda el organismo no se defiende frente a otros microorganismos atacantes ni acierta a regular sus funciones más decisivas. Un universo más pequeño que las hormigas, que viven de nosotros pero que nosotros no podemos vivir sin ellos. Esos millones de activistas que intervienen en los subterráneos del cuerpo y de la sociedad, como ciudadanos comensales de su riqueza y su prosperidad, pero sin cuyo anhelo nos derrumbamos físicamente o quedamos sometidos a dictadura y pisados por una absurda autoridad.
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