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Banderas iraquíes sobre supuestas fosas comunes de víctimas del Estado Islámico, en Tikrit. Efe
El legado genocida del califato en Irak

El legado genocida del califato en Irak

El Estado Islámico dejó durante sus tres años de dominación al menos 12.000 cuerpos enterrados en más de 200 fosas comunes

Mikel Ayestaran

Corresponsal en Jerusalén (Israel)

Martes, 6 de noviembre 2018, 23:42

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El califato establecido entre junio de 2014 y diciembre de 2017 por el grupo yihadista Estado Islámico (EI) abrió heridas en Siria e Irak que costará mucho tiempo cerrar. Un año después de que Bagdad proclamara la victoria militar sobre los seguidores del califa miles de familias buscan a sus allegados desaparecidos y un informe publicado por la misión de la ONU en Irak (UNAMI) y la Oficina de la ONU para los Derechos Humanos revela que el EI dejó durante su mandato al menos 12.000 cuerpos enterrados en más de 200 fosas comunes. Esta cifras pertenecen a la parte iraquí del califato, donde la mayor concentración de fosas, 95, se ha registrado en la provincia de Nínive, cuya capital Mosul fue el gran bastión de los yihadistas. El organismo internacional señala que se trata de números «provisionales» porque «puede haber muchas fosas más» por descubrir en las distintas partes del país que estuvieron bajo la bandera negra del EI.

«Las fosas comunes documentadas en nuestro informe son un testimonio de la pérdida humana, el sufrimiento sustancial y la sorprendente crueldad» del grupo terrorista, subrayó el representante especial de la ONU para Irak, Jan Kubis, quien acusó al EI de llevar a cabo «una campaña de violencia generalizada y de violaciones sistemáticas de los derechos humanos, actos que pueden equivaler a crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y un posible genocidio». Por el momento se han cavado 28 de las fosas encontradas y se han exhumado 1.258 cuerpos, en un trabajo coordinado entre la ONU y el Departamento de Fosas Comunes de la Fundación de Mártires de Irak. Todas las pruebas reunidas «serán fundamentales para garantizar unas investigaciones creíbles, y procesos y condenas de acuerdo con las normas internacionales», señalaron los expertos internacionales.

Problemas burocráticos

El documento informa de lo que era un secreto a voces para los iraquíes y que una vez acabado el califato ha pasado a un segundo plano informativo. «Entre las víctimas hay mujeres, niños, personas de edad avanzada, con discapacidades, miembros de las fuerzas armadas y de la policía iraquí y trabajadores extranjeros», apunta esta investigación que arrancó el 9 de septiembre de 2014. Este día se descubrió la primera fosa en Bardi, cerca de la presa de Mosul, con 14 cuerpos que se cree pertenecen a la minoría yazidí, grupo que sufrió un «genocidio» a manos de los yihadistas, según la definición de la ONU. Al menos 5.000 hombres y niños fueron asesinados y más de 7.000 mujeres y niñas secuestradas para utilizarlas como esclavas sexuales.

«Aunque los crímenes horribles del EI ya no acaparan titulares, el trauma de las familias de las víctimas sigue existiendo y se desconoce la suerte que han corrido miles de mujeres, hombres y niños», apuntó Michelle Bachelet, alta comisionada para los derechos humanos. Las familias de esos miles de desaparecidos no lo tienen sencillo debido a los trámites burocráticos que deben realizar con cinco administraciones distintas y que para la ONU suponen «un proceso que toma mucho tiempo y es frustrante».

Masacre de Speicher

A los seguidores del califa no les temblaba el pulso a la hora de cometer asesinatos colectivos y el más brutal de los conocidos hasta ahora se produjo tras la toma de Tikrit en el verano de 2014, cuando asesinaron al menos a 1.700 reclutas en la vecina base militar de Speicher. Los yihadistas separaron a suníes y chiíes y masacraron a los segundos en las cunetas próximas a esta antigua base estadounidense. Los cuerpos se descubrieron tras la liberación de la ciudad natal de Sadam Husein. En aquella ocasión el EI difundió vídeos de la matanza para demostrar su fuerza al mundo y enviar un mensaje directo a la población chií de Irak. Fue una de sus tarjetas de presentación después de la matanza de yazidíes en el norte del país.

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