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Bárbara Bernardos posa en la Alameda del Parral. Antonio Tanarro
La delantera segoviana que lidera el auge de las 'Quesitas' del VRAC

La delantera segoviana que lidera el auge de las 'Quesitas' del VRAC

RUGBY ·

Bárbara Bernardos recuerda sus orígenes en las Lobas y defiende valores de su deporte como el compañerismo

LUIS JAVIER GONZÁLEZ

Segovia

Jueves, 1 de enero 1970

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Hace dos sábados, Bárbara Bernardos Martín, capitana de un grande del rugby español como el VRAC de Valladolid, se levantó a las cinco de la mañana para trabajar en la fábrica de Quesos Entrepinares. Salió a las dos y a las tres tenía partido, liderando las embestidas de las 'Quesitas'. Esta segoviana, de 29 años, entrena tres día a la semana y va otros dos al gimnasio. Es su rutina en un club prototípico del que forma parte desde que hace cuatro años arrancó el proyecto femenino, una demanda social de un deporte que crece a pasos agigantados en España. Y los grandes resultados, en los Juegos Olímpicos o en los mundiales, los consiguen las chicas. Lejos del profesionalismo pero en un deporte que engancha, el objetivo es claro: «Pasárselo bien. Es la premisa que nos da el entrenador todos los partidos. Estamos ahí porque nos gusta. Nosotras pagamos, no nos pagan, y no estamos para llevarnos malos ratos». Detrás, la profesionalidad de un engranaje que no desmerece al masculino y el apoyo de una masa social envidiable.

Bárbara jugaba al fútbol sala con sus amigas del barrio de San Lorenzo. «Un día cogí a una en brazos, la quité el balón y dije, esto no es lo mío», sonríe. También ha hecho baloncesto o kickboxing. Vio por Facebook a una chica con un balón «con forma de pepino» y preguntó qué había que hacer para probar. La respuesta: «Ven lunes y miércoles a las 8 de la tarde, con un pantalón corto y una sudadera». Y así empezó hace seis años en las Lobas.

Ensalza un deporte del que, insiste, uno no se retira nunca, como escucha a jugadores de 50 o 60 años puntualizar a menudo. «Son sus valores. Nunca mientes sobre los golpes que te has dado sobre el césped y siempre necesitas a tus compañeros. No hay estrellas. O están los 14 detrás o tú solo no puedes hacer nada contra el mundo. Y es algo que a los nuevos, como a mí entonces, nos cuesta entender. Si veo un hueco ¿por qué no me puedo lanzar? Pues no, no puedes». Y que representa una pequeña sociedad en la que cada físico tiene su hueco en posiciones muy distintas. «Yo soy la más alta de mi equipo [1,75 metros y 67 kilos] pero hay gente de 1,50 y 50 kilos con los pantalones mojados. Hay sitio para todo el mundo. ¿Que no eres coordinado? No pasa nada. ¡La mayoría no lo somos!»

La segoviana empezó en el primer año de las Lobas, con solo 12 jugadoras, un grupo que recuerda como una familia porque no podía fallar ninguna. «Eso sí que era espíritu de sacrificio. Daba igual que lloviera o nevara. Claro, se juega a 15. Nos dejaban competir, pero nos llevábamos unas palizas...» Anotaron un ensayo en toda la temporada. En la segunda campaña ya eran 25 y, al año siguiente, se fue a Valladolid a hacer unas prácticas de comercio internacional y entró en el nuevo proyecto femenino del VRAC. «Todo empezó con las madres entrenando mientras llevaban a sus hijos. Ahora una de ellas es nuestra delegada y son nuestras mayores fans» Son las 'Wonder VRAC'.

Fue el primer año de la sección femenina del club, que cumple su cuarto curso en Regional, la categoría previa a División de Honor a la que cuesta un mundo ascender. El primer año no ganaron ningún partido; se quedaron por tres veces a un punto y ella recuerda patadas que no coló entre palos y que pudieron cambiar el desenlace. En las Lobas era apertura, también el primer año en el VRAC, porque tenía más experiencia en el puesto que ocupa «el Iniesta del equipo», el que tiene que decidir a qué jugadores lanza al ataque. Ahora juega de número 8, la delantera más rápida. En un partido de esta temporada, jugó de 3, 5 y 8, las tres líneas de la delantera. «Me gusta demasiado el jaleo. Tengo alma de delantera. Prefiero meter la cabeza en los fregaos o robar el balón. Cosas que si las hacen los tres cuartos, se despeinan».

El pequeño placer de pegarse en el aire

Bárbara, la más alta del VRAC, disfruta una de las fases más plásticas del rugby como es el saque de 'touch', el lance en el que un equipo pone el oval en juego desde la banda y que exige coordinación, con códigos para ensayar distintas opciones y que el rival no intercepte el balón.

Pese al combate en primera línea, insiste en la buena relación fuera del campo. «Tengo muchas amigas de equipos contra los que nos partimos la cara todos los años». Y con ellas se va en verano a un torneo de rugby playa en Santander, un grupo en el que el grueso son chicas de Castilla y León o Asturias que comparten competición durante la temporada en la Regional, la segunda categoría del rugby femenino.

La rivalidad con El Salvador «te la inculcan», sonríe. «Es sana porque al final el deporte crece en Valladolid, sobre todo el femenino». El primer derbi femenino en la ciudad fue en la solemnidad, tras el atentado de la sala Bataclan en París, en noviembre de 2015; minuto de silencio en el Campo 1 de Pepe Rojo, catering en la grada y toda la directiva de los dos grandes clubes del rugby español. «Estábamos cagadas». Cayeron 55-0, pero en el último derbi han estado muy cerca del 'Chami', que lleva más de una década con la sección femenina. «Tenemos hasta preparadas las celebraciones cuando consigamos ganarlas».

Bárbara incide en la temporalidad de las plantillas, en parte por las lesiones. Su único incidente grave fue una fractura de radio, que no requirió cirugía, y desmiente la idea de deporte agresivo. «No lo es porque vas preparado. No es ping pong, sabes que te vas a dar golpes. Cuando alguien está en el suelo, siempre decimos, si chilla es bueno. No puedes pararte, pero siempre te preocupas. Y las mayores lesiones son en los entrenamientos porque es donde das todo para jugar». Ella transmite un mensajes a los padres. «Son los valores que querría dar a mi hijo desde pequeño. La amistad, el compañerismo, la solidaridad. Es que haces una familia; somos 30 chicas y siempre va a haber alguien dispuesto a preguntar qué te pasa».

Tras la lesión de su mejor amiga, lleva tres partidos como capitana, con la responsabilidad de dirigir al equipo y la única que, en teoría, está autorizada a hablar con el árbitro. «Tiene razón, es humano y se puede equivocar, como todos». Aunque le tutee, le trata de señor. «Siempre sugiriéndole que se fije. Hablar si no eres el capitán tiene repercusión porque pierdes diez metros. Y cuesta mucho recuperarlos». Así se aprende a valorar cada paso en el camino.

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