Dos afilados sables de Siberia para la Copa del Mundo de esgrima
ESGRIMA ·
Anastasia Shorokhova y Alexandra Afanasjeva, amigas y rivales desde niñas, relatan el peso de la esgrima en Rusia, el país favorito para cita en categoría júnior que acoge SegoviaAlexandra Afanasjeva cumple este sábado 19 años, pero no espera ningún trato de favor de sus 11 compañeras de la delegación rusa que participan hoy ... en el cuadro individual de la Copa del Mundo júnior de sable femenino en entre el pabellón Pedro Delgado y la Academia de Artillería de Segovia, que acogerá a partir de las 18:30 las semifinales y la final. Tampoco de Anastasia Shorokhova, su gran amiga de la infancia en la gélida Siberia. «Ya veremos, quizás sí, quizás no». Sonríe con cierta ironía. Ambas saben que no habrá piedad. Es el gen de Rusia, el país en el que es casi más difícil proclamarse campeón nacional de esgrima que llevarse después el oro olímpico.
Tras empezar en gimnasia, Alexandra se pasó a la esgrima a los seis años porque su madre trabajaba cerca de un club local en Novosibirsk, una ciudad de 1,6 millones de habitantes. «Era algo increíble desde el primer entrenamiento. La entrenadora era muy emocional y me transmitió todo eso. No sabía nada de esgrima, solo fui allí a ver qué hacía la gente». Anastasia, de 18 años, siguió sus pasos y se unió al club a los ocho. Así empezó una amistad de diez años. «Medio amigas», bromea ella.
Novosibirsk está más cerca de la capital de Mongolia, Ulán Bator, que de Moscú, a más de 3.000 kilómetros. Conviven con temperaturas de 35 grados bajo cero. «Son días en los que se te llena la cara de nieve y un viento muy frío», recuerda Alexandra, que no aguanta más de cinco minutos en la calle; la estoica Anastasia presume de 20 minutos.
Alexandra es subcampeona rusa cadete y Anastasia es plata nacional en categoría júnior. «Es más difícil ser campeona de Rusia que del mundo porque tenemos una competencia muy fuerte. Cada tirador al que te enfrentas puede derrotarte. Sigue llegando y llegando gente», señalan. La habitual presencia de tiradores rusos en el medallero olímpico ha aumentado el seguimiento de este deporte. «Es una inspiración para la gente».
La ambición es un elemento innegociable en el deporte ruso. «Cuando eres pequeño, tienes un objetivo, ser campeón olímpico. En Rusia es muy importante ser deportistas exitosos», señala Alexandra. Ambas afrontan el desafío: «Por supuesto, queremos ser campeonas olímpicas». Aún en categoría júnior, no tendrán opción de ser olímpicas para los Juegos de Tokio de este verano. «Tenemos un equipo absoluto muy fuerte, aún somos muy pequeñas comparadas con ellas».
Igual que en la categoría absoluta, la delegación rusa es verdaderamente temible. Ambas señalan que cualquiera de las tiradoras podría ganar la cita de la Copa del Mundo en Segovia. La mayoría están acostumbradas a competir a nivel internacional en Hungría, Polonia, Alemania, Bulgaria o Italia. Hablan del deporte como «prestigio» y transmiten la importancia social en su país. «En Rusia tenemos mucho dinero para deporte. Si eres campeón, consigues muchos privilegios. Dinero, pero no solo eso. No es lo que nos mueve. Lo que queremos es ser las mejores del mundo».
Entre las 136 tiradoras que competirán este fin de semana en Segovia destacan el nivel de las delegaciones de Estados Unidos, Hungría, Alemania, Italia, Francia o Turquía. las dos chicas relatan el sentimiento de Rusia como un «país fuerte» y compara su perspectiva con la de, por ejemplo, el equipo estadounidense. «Para ellos es como un juego, quieren divertirse. Nosotros nos tomamos muy en serio, necesitamos ganar cada competición, ya sea nacional, europea o mundial». Algo aplicable a la cita segoviana. «Solo vale la medalla de oro».
La competición de sable en la categoría júnior sigue creciendo y ahí están los datos. En 2017 hubo 105 participantes en Segovia; en 2018, 127: el año pasado, 132 y este, 136. Por lo que se refiere a la participación española (una veintena, por ser ciudad anfitriona) hay dos deportistas de Castilla y León del Club Santa Teresa de Ávila: Inés Valverde y Patricia Valencia. No habrá en esta ocasión participación local, pero el nivel deportivo será el máximo. De las diez primeras del ranking, ocho van a estar en Segovia.
Ambas apenas han enfrentado dos veces entre ellas, toda una experiencia para dos amigas tan unidas. «Es difícil enfrentarnos. Intentamos no mezclar deporte con amistad», señala Alexandra. «No tengo más gente con la que hablar, así que por eso me hice amiga suya», bromea de nuevo Anastasia, que ríe cuando escucha que, entonces, quizás sea más importante conservar esa amistad que ser campeona olímpica.
En un deporte tan mental, es complicado no usar el conocimiento del contrario en beneficio propio. «Medirse a una amiga es lo más complicado que hay. Entrenamos todos los días juntas, tenemos al mismo entrenador. Yo sé todo sobre ella y ella sabe todo sobre mí. La esgrima no es tanto algo táctico como emocional. Quien sabe gestionar mejor esas emociones es quien gana», subraya Alexandra mientras Anastasia escucha la respuesta y asiente.
Rusia, vetada del calendario olímpico por su tolerancia hacia el dopaje, podría frustrar el sueño de estas dos tiradoras. Alexandra no le da mayor importancia. «No cambia nuestra perspectiva, podríamos competir sin bandera [con la insignia olímpica]. Quiero ser la mejor, la bandera no es importante». Anastasia coincide: «Estamos entrenado por nosotras. Por mí, por ella. No por el país. Pero las cosas se habrán arreglado cuando llegue nuestro momento de ir a los Juegos Olímpicos». Con todo, se muestran autocríticas. «Creo que Rusia ha mentido demasiado», apunta Alexandra. Su amiga, atenta, le dice: «¡Que nos descalifican!» Así que matizan: «A muchos países no les gusta Rusia porque somos fuertes y ganamos muchas medallas».
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