Las 1.500 ilusiones de Águeda Muñoz
ATLETISMO ·
La atleta, que correrá a partir del 1 de enero con el Barcelona, repasa su experiencia en EE UU, su séptimo puesto en el Europeo sub-23 y sus aspiraciones en el medio fondoÁgueda Muñoz está lista para dar el salto. La segoviana, un referente nacional en el medio fondo desde su adolescencia, competirá desde el 1 de ... enero con el Fútbol Club Barcelona tras tres temporadas haciéndolo con el Playas de Castellón. No cambiará su vida –eguirá viviendo y entrenando con el mismo grupo en Madrid– pero es un síntoma más de que apunta alto. Séptima de Europa sub-23 en julio, está en ese ramillete de promesas que aspiran a convertirse en realidad. Un sueño que digiere con prudencia: «Tengo que seguir trabajando y esforzándome, los resultados siempre vienen solos. Obviamente, quiero llegar a lo más alto, ser olímpica o que se me den bien los campeonatos absolutos. Pero no puedo pensar en eso, sino en el día a día».
Todo empezó por la afición de su madre, Isabel Marqués, a la que acompañaba con apenas cinco años por los caminos de Zamarramala. «Me echaba un par de carreras», resume la segoviana, de 20 años. Con seis corrió su primera San Silvestre y quedó segunda. Ya con 10 años, subió con sus padres a uno de esos grupos populares de las pistas. «Un señor me dijo: ¿Quieres ser del club? Sin querer, me inscribieron. Y cuando volvió mi madre le dije: '¡Mamá, que ahora soy de un club!' Me había apuntado al Velox por la cara».
Su primer entrenador fue Isaac Sastre, una referencia del atletismo segoviano en las últimas décadas, con pupilos como Javi Guerra. «No pude dar con uno mejor. Sabía mucho y en ningún momento me quemó. Hay que tener mucho cuidado con los niños pequeños cuando empiezan a correr porque les exigen un montón y acaban fundidos. Hizo que me gustara más este deporte». En secundaria, cumplía sus planes de entrenamiento mientras iba a clase como una chica normal. Era entonces un plan global, desde rodajes de 12 kilómetros a series.
En su primer campeonato de España, en pista cubierta con 14 años, terminó quinta en los 1.000 metros, pero asegura que fue presa de los nervios, algo que ha aprendido a controlar. «No creo que necesite psicólogo. Hay que saberlo controlar, pienso en que los nervios no me van a llevar a nada. Me imagino súper nerviosa, habiendo corrido mal y preguntándome: ¿Para qué?» El fin de semana siguiente se proclamó subcampeona de España de cross y campeona nacional cadete de 1.000 en aire libre. El potencial estaba ahí. «Yo corría porque me encantaba e intentaba dar lo mejor de mí. El que veía más lo que valía era mi entrenador». Era una candidata a medallas en cualquier campeonato nacional al que acudía.
Llegó entonces el salto a Estados Unidos, tras acabar sus estudios de Bachillerato, una experiencia que no recuerda con júbilo. Desembarcó en Albany, en el estado de Nueva York, para una beca de cuatro cursos que interrumpió tras el primero. «La cultura era muy diferente. Para rendir a tope necesitas descansar y comer bien, tener el horario bien planificado... Y allí era todo un caos. Yo entrenaba a las tres, comía cuando podía, lo mismo con las clases... Y la comida, un desastre. Era todo un desastre, básicamente». La segoviana hace autocrítica y aconseja planificarlo con antelación. «Lo elegí bastante tarde. Tampoco sabes mucho del tema ni qué te va a tocar. Quizás tenía que haber investigado más, pero entre segundo de Bachillerato y los entrenamientos no me daba la vida».
Fue un año duro por la muerte de Sastre y de su perro 'Iru'. Detalles como no tener a su masajista –Noel Marqués- fueron importantes para una atleta que se carga mucho. «Cuando estaba allí, tenía un montón de ganas de venirme». Agradece el apoyo de su novio, Adrián Ben, la gran revelación de la selección española del último Mundial de atletismo al clasificarse para la final de 800 metros con 21 años. De vuelta a España, en mayo de 2018, la segoviana se fue a Madrid con el entrenador de su pareja, Arturo Martín, que ahora es el suyo, sin grandes aspiraciones: terminar la temporada lo mejor posible. «Y fue bastante bien para cómo llegué de EE UU porque tenía una forma pésima». Fue subcampeona de España júnior en 1.500 metros y se clasificó para el Mundial sub-20 de Tampere (Finlandia). Otra pica en un pasaporte deportivo que ya incluía Tibilisi (Georgia) o Grosseto (Italia).
En Finlandia se enfrentó a otro mundo. «Corres con etíopes que tienen cuatro minutos en el 1.500. Yo fui porque hice la mínima española, pero hay gente que tiene un nivel increíble. Había chicas que se podían clasificar para los absolutos». En julio, en el Europeo sub-23 de Gävle (Suecia), se quitó la espinita quedando séptima de Europa. De hecho, la campeona de España se quedó fuera de las 12 finalistas. El consejo táctico es claro: mente fría. «Intento ver la carrera inteligentemente. Tienes que estar preparada hasta la última vuelta y media, que es cuando empiezan a apretar, y ahí morirte y darlo todo». Muñoz puede tolerar ritmos altos, pero destaca por su final agresivo. Su mejor marca en un 1.500 está en 4m18s; en 800 tiene 2m08s.
La segoviana, que estudia logopedia en Madrid, lleva entrenando desde finales de septiembre para una temporada que oficialmente empieza en enero. En un año sin Mundial ni Europeo sub-23, su meta está en mejorar marcas y dar la talla en pista cubierta, en el campeonato de España o los Juegos Mediterráneos. El calendario atlético de 2020 está marcado por los Juegos Olímpicos y el Europeo absoluto. «A esto no creo que opte, ahora mismo para mí es imposible. En un futuro, ya veremos». Aunque compita en el segundo de tres años sub-23 –una categoría para aliviar el salto de júnior a sénior– correrá los campeonatos nacionales absolutos. Este año tiene la intención de competir en algún 800. «El año pasado hice uno y me salió bastante bien. Es una prueba que me gusta y quiero intentarlo».
Son esos objetivos que la ambición impide descartar. Lo que quitan o dan el sueño a cualquier deportista. Pero ella incide en que el trabajo diario es la fórmula para conseguirlos. Por eso se embarró hace un par de semanas en Cantimpalos, en un cross que supone todo un esfuerzo para una atleta que se define como pistera.
La segoviana está lista a dar el salto, a que llegue el campeonato en el que se destape como una realidad. Producto de una generación sin complejos, pone en valor el salto que ha dado el atletismo en igualdad. «Cada vez se están igualando más las cosas. Casi se da la misma visibilidad a hombres y mujeres, por lo menos en los campeonatos. No lo vamos a comparar con el fútbol...» Muñoz tiene en su pareja el ejemplo de que se pueden romper barreras, incluso en las disciplinas más cotizadas. Es el sueño compartido de tantos atletas que buscan derribar la puerta.
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