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La desolación cundió entre los jugadores segovianos al final del encuentro. El sueño del ascenso se esfumaba.

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La desolación cundió entre los jugadores segovianos al final del encuentro. El sueño del ascenso se esfumaba. a. de torre

El sueño del ascenso a Tercera se aplaza una temporada más para un Unami (1-1)

La invasión de campo de los aficionados del Ciudad Rodrigo al final del partido obligó a la Policía Local a intervenir para evitar disturbios

Sergio Perela

Segovia

Sábado, 26 de junio 2021, 22:37

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En una tarde de calor y viento que atraía nubes con cierta amenaza de tormenta, los primeros rayos y truenos se daban sobre el campo. Tensión acumulada, testosterona cruzada en forma de empujones, insultos, entradas. Y un árbitro enmascarado que, o bien no pitaba nada, o bien llegaba tarde a las acciones y sancionaba solo la segunda parte de las mismas. Todo contribuía al poco fútbol y mucho tesón. Nada de eso iba a empujar a favor de los intereses de un Unami que necesitaba levantar el 2 a 1 de la ida.

En unos primeros instantes en los que Unami no tuvo claro si salir con todo o ir reservando gas, un par de incursiones de Martín por banda derecha y un disparo nada problemático de Pertu hicieron que los azules espabilaran. Dos jugadas pudieron, y debieron, marcar el devenir del marcador en la primera parte. Una arrancada de Javi de la Cruz poderosa por medio terminaba en un balón filtrado para Alcu que sorteaba al voluminoso portero, pero el balón se le escoraba demasiado como para encontrar ángulo de forma directa. Al centrar al segundo palo, Centeno la echaba fuera. Once minutos después era Piti el que recortaba de izquierda a derecha para golpear hacia el segundo palo. El balón rechazado por Pepo le caía a Alcu, que tampoco encontraba portería, aunque por muy poco.

La segunda parte comenzaba con un Unami algo más medido, más sereno. Mejor colocado y con la mira puesta únicamente en dar la vuelta al marcador. La prueba, que al minuto Elías enviaba un remate de cabeza alto por muy poco. Había de largo más calidad entre los azules, aunque los jugadores de Ciudad Rodrigo iban más decididos a balones divididos y parecían tener más fe.

No obstante, Unami no estaba consiguiendo dominar el partido como lo había hecho durante toda la temporada, incluyendo la fase de ascenso. Los Quino, Piti o Elías, apenas tenían contacto de verdad con la pelota. Quino y Elías porque se descolgaban demasiado, desconectando mucho de un Javi de la Cruz al que se le multiplicaba el trabajo. Pero sobre todo porque las jugadas de Unami apenas pasaban de los cinco pases, haciendo uso y hasta abuso de un juego precipitado que quería ser demasiado directo. Una infidelidad al estilo que pretendió entender ya a los sesenta minutos de partido.

A todo esto en las filas del Ciudad Rodrigo hubo una crisis importante causada por minutos de esfuerzo físico y carreras, muchas de ellas, innecesarias; pero también porque al plantear un partido contra algo en lugar de en pos de algo, requieres casi más de cruzados o muyahidines que de futbolistas. Y, en regional, hay más aspirantes a futbolistas que futbolistas de pro. Solo Maza tiraba del carro con tanta voluntad como falta de argumentos.

Huérfana de ocasiones, salvo la de Elías, la segunda parte se diluía como las nubes amenazadoras del principio. Diego Yepes metía cambios que no terminaban de ofrecer nada nuevo y no había forma de encontrar la portería. Un disparo de falta de Koby que no fue entre los tres palos fue el principal argumento en muchos minutos. Su adversario no tenía muchos más, salvo cuando su 10, Martín, decidía aparecer. En una jugada en el área, ganando línea de fondo, generó más peligro él solo que todo su equipo en todo el partido.

Las inseguridades

Estando tan el alambre todo para Unami, aparecieron las inseguridades. Sobre todo las de un jugador que se han ido haciendo más patentes según se acercaban los momentos importantes: Ramiro. En Ciudad Rodrigo ya pudo hacer más en algún gol y en La Albuera aparecieron sus temblores cuando menos falta hacían, y más daño también. En los quince últimos minutos del partido Ciudad Rodrigo cambió de delantero y puso a Pablito, que salía con la misión de incordiar por arriba todo lo que pudiera. EL caso es que no estaba cosechando nada hasta que un balón le llegó a Ramiro como último hombre y decidió regatear delante de un Pablito que no la robó, pero logró que el portero de Unami la echase fuera. De ese saque de banda le cayó a Maza un balón en tres cuartos que, por primera vez en todo el partido, entregó con un pase milimétrico a la carrera del ínclito Pablito. El delantero cruzó el balón con la izquierda muy centrado, pero a Ramiro se le metió por debajo de la axila. El gol lo celebraron cruzándose el campo hasta los suplentes de un Ciudad Rodrigo que ya se veía en Tercera.

La celebración fue épica. Tanto como corta, porque en la siguiente jugada, Unami empataba. Koby encontraba un espacio de indecisión en la frontal del área para revolverse, golpear y poner de nuevo el ascenso entre paréntesis para ambos. Más cuando al acelerado Pablito dos absurdas tarjetas le dejaban fuera. Una, por no obedecer al árbitro para colocarse de barrera en una acción en campo contrario. La siguiente, inmediatamente después, por una flagrante falta al borde del área. De esa falta pudo llegar el segundo de Unami, que comenzó un acoso y derribo a base de empuje y corners, alguno de los cuáles se llegó a cantar en la grada como gol.

Una prolongación eterna, insuficiente para Unami por todo el tiempo que se había perdido. Cánticos en la grada de los aficionados de Ciudad Rodrigo de «Vamos a ascender» y «segoviano el que no bote». Una falta al borde del área, ligeramente escorada a la derecha, en el minuto 95. Óscar se perfila con la zurda y Chechu con la diestra. Fue Chechu el que golpeó, buscando la escuadra, blandita. La pelota se marchaba fuera. Y todo terminaba como el rosario de la aurora, con los jugadores de Unami desquiciados, con los visitantes por los suelos hubiera o no razones para estarlo. El pitido final, la invasión de campo de los salmantinos –que obligó a intervenir a la Policía Local–, coincidió con las lágrimas de unos segovianos que, enjugándoselas, ya han comenzado a pensar en volver a intentarlo.

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