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Yaiza posa satisfecha tras un buen partido de su equipo infantil femenino. Ricardo Otazo
El compromiso y corazón de Yaiza

El compromiso y corazón de Yaiza

Con 16 años antepuso su amor a su club antes que sus ganas de seguir jugando a balonmano

Ruth Rodero

Burgos

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Miércoles, 30 de octubre 2019, 21:44

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Existe en psicología un concepto que hace referencia a la capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas. Esos reveses de la vida con los que no se contaba. Se trata de la resiliencia. Un concepto que, llevado al mundo deportivo, Yaiza González conoce bien.

La historia de Yaiza es la de una apasionada del balonmano, de su club, el Balonmano Laguna, y del compromiso. Un compromiso con mayúsculas que demostró a una edad en la que la mayoría de las niñas hubiese tomado un camino más sencillo.

Con apenas 6 años comenzó a jugar en el equipo benjamín de su club. La única niña de una generación totalmente masculina. Siempre mostró sobre la pista solidaridad, coraje y trabajo, antepuso el grupo a la individualidad y se esforzó no por ser la mejor, sino por mejorar ella y ser mejor cada partido. Se convirtió en parte de una generación que marcó un hito en Laguna de Duero: la primera generación de infantiles que logró formar un equipo totalmente femenino. Ella, y sus compañeras, marcaron el camino que decenas de niñas siguen desde entonces.

Una vez sorteado el escalón más alto, ese donde muchas generaciones de deportistas femeninas se pierden, el del cambio de categoría en categoría infantil, parecía que las cosas ya solo podrían ir rodadas para Yaiza.

Una pivote a la que los que la conocen no dudan en definir con dos palabras: «todo corazón» y que vivió un gran punto de inflexión cuando dio el salto a juveniles.

Tras haber competido durante años en dos categorías, la suya y la superior, vio como su grupo se rompió y el equipo de la categoría en la que le correspondía jugar quedaba reducido a la nada. Entonces, con 16 años recién cumplidos, se vio con la tesitura de tener que elegir entre buscar otro club para poder seguir jugando o retirarse del balonmano. Con tan solo 16 años pronunció una frase con tanta madurez que todavía resuena en los oídos de quien la escuchó: «Sé que no me voy a ganar la vida jugando al balonmano, yo no quiero irme a otro equipo, si sigo jugando lo quiero hacer en mi club de siempre». Y Yaiza colgó las playeras.

Cuentan quienes lo vivieron a su lado que le costó lágrimas sellar esa decisión consigo misma, pero su compromiso con su equipo era mayor que su interés personal.

Y ahí nació una nueva Yaiza. Una Yaiza que ya había estado entrenando a los niños de escuela y a un equipo benjamín, una Yaiza que dio un paso al frente para convertirse en entrenadora.

«Tenía claro que quería seguir entrenando cuando tuve que dejar de jugar. Me gusta», dice con un aplomo al que es difícil tratar de buscarle un resquicio de duda. En su primera temporada apartada de los terrenos de juego se convirtió la entrenadora del alevín femenino y un infantil femenino, además de entrenar con los chicos del sénior para quitarse el gusanillo de seguir jugando. Este año está al frente de un infantil femenino y es parte del cuerpo técnico del sénior masculino.

«Con el sénior llevo vinculada desde hace un par de años. Cuando dejé de jugar fueron los primeros que me dijeron que fuese a entrenar con ellos. Ahora un fin de semana de cada tres soy yo la que dirijo el partido porque Pablo -el otro entrenador del conjunto- no puede». Yaiza, con 18 años, dirige a hombres que por edad podrían ser su padre. Y sin ningún problema. «No he tenido nunca ningún problema con ellos», ni siquiera cuando ejerce su autoridad. Nadie rechista a la entrenadora: «Creo que es porque tengo claro lo que quiero. A veces prefiero que jueguen bien y sigan las directrices marcadas que ganar el partido. Creo que sé marcar mi autoridad y creo que es porque tengo las cosas muy claras».

Asumido, desde hace tiempo, que no iba a ganarse la vida como jugadora de balonmano, ¿qué hay de hacerlo como entrenadora? «Ojalá. Veo que es muy difícil y siendo mujer creo que es más difícil todavía. Pero ojalá pudiera dedicarme exclusivamente a entrenar, sería ver convertidos todos estos años en algo más que un pasatiempo».

No cree haberse encontrado con barreras por ser mujer, pero sí las típicas miradas y comentarios suspicaces y, en su etapa como jugadora, haber sufrido el desagravio de sus compañeros por considerarla peor solo por ser niña. Algo que con el tiempo demostró ser mentira.

«Quiero llegar a entrenar un equipo de la Liga Asobal»

Los sueños truncados de Yaiza se vieron reconducidos de una manera tan natural que muchos piensan que fue entrenadora mucho antes de coger a su primer equipo con apenas trece años. Asegura que no sigue a ninguna entrenadora de manera especial y que su filosofía se basa en sus vivencias en la pista: «Como me han entrenado entreno yo. Uso lo que me hacía sentir bien como jugadora y desecho lo que no me gustaba, pero no tengo un entrenador de alto nivel que sea el prototipo de lo que yo quiero ser».

No puede evitar reivindicar el papel de las niñas en los equipos, firme defensora del balonmano femenino: «Parece que ya ocurre menos, pero antes si en un equipo benjamín o alevín tenían a tres o cuatro niñas nunca las ponían juntas en la pista, como si por ello fuese a ir peor el partido y no nos daban la seguridad para jugar. Cuando subíamos de categoría y nos juntábamos todas no teníamos la seguridad necesaria para sacar el partido adelante».

Ahora, como entrenadora, echa en falta ese referente femenino en el que poder verse reflejada o que más chicas decidan dar ese paso de ser entrenadoras porque sí, «parece que es algo más de chicos, tú puedes ser jugadora, pero para ser entrenadora no en todas partes te dan esa oportunidad», explica.

Cuando deja volar la capacidad que todos tenemos para soñar se le dibuja una sonrisa y le brillan los ojos, lo tiene claro: «Crecí viendo al Balonmano Valladolid y yo quiero llegar a entrenar a un equipo de la Liga Asobal. No sé si ser la primera mujer que lo haga, pero llegar hasta ahí, por qué no».

De momento los pasos los está dando. A su lado nadie chista ni protesta la labor arbitral, «lo odiaba como jugadora cuando lo hacían mis entrenadores», cuenta, y quienes la ven dicen que apunta maneras.

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