Elena Padrones recibe la medalla al mérito deportivo por su paso por los Juegos Paraolímpicos de Atlanta
Ciclismo adaptado ·
Las Cortes de Castilla y León entrega varias medallas de oro a atletas olímpicos y paralímpicos entre los que se encontraba la medinenseSi el ciclismo es férreo y complejo para muchos, cuando el campo visual está reducido, las dificultades aumentan por momentos. Sin embargo, ha sido un aspecto que nunca ha frenado Elena María del Rocío Padrones a enfrentarse a nuevos retos. Tanto es así, que llegó a competir en los Juegos Paraolímpicos de Atlanta de 1996, donde se alzó además con un bronce en la prueba de ruta tándem clase abierta (60/70k). Aunque hayan pasado unos cuantos años desde entonces, el pasado lunes 26 de febrero, las Cortes de Castilla y León entregaban a la atleta una medalla de oro por su trayectoria profesional en el mundo del ciclismo adaptado. Un acto que no se esperaba «para nada», pero que le supuso una «muy grata sorpresa», comenta.
Desde bien pequeña, Elena comenzó a subirse a la bicicleta a modo de afición. Su infancia se desarrolló en La Zarza, un pequeño pueblo vallisoletano a pocos kilómetros de Medina del Campo, donde «no había muchas cosas que hacer», detalla. Tanto ella como su hermano tenían una discapacidad visual y, por ello, cuando tenía diecinueve años, su madre les afilió a la ONCE con el objetivo de salir de la localidad y enfrentarse a nuevos retos. Lo que comenzó como una actividad para pasar el rato, se convirtió en su mayor hobbie llegando incluso a competir a nivel nacional e internacional en 1994.
A partir de ese momento, Padrones no hizo más que acumular galardones como varios campeonatos de España, tanto de carretera como de pista, subcampeona del mundo, campeona de Europa y triple campeona consecutiva del Tour de Bélgica. Una competición que asegura haber sido lo más complicado que ha realizado, pues las etapas eran muy seguidas, el clima era bastante duro y había muchos adoquines en el terreno. Pero el premio que más recuerda fue el primero que obtuvo en 1994 en Tarragona. «Ese trofeo es una reliquia para mí y tiene mucho valor sentimental. Lo quiero más que otros que valen mucho más», argumenta.
Disponer de una visibilidad menor que cualquier otra persona no le ha supuesto una dificultad, aunque sí recuerda sus primeras caídas. «Algún que otro golpe sí que me di, pero me levantaba y seguía», manifiesta. Su espíritu luchador le ha hecho superar sus mayores obstáculos y se dio cuenta que se podía dedicar al ciclismo adaptado sin dejar de lado su trabajo. A base de entrenos diarios - junto a su compañero de tándem José Ángel Santiago Barge - consiguió llegar a los Juegos Paraolímpicos de Atlanta de 1996 a los veintitrés años de edad. El «sueño de cualquier deportista» que estuvo a punto de no poderse llevar a cabo. Y es que, meses antes Elena se rompió la clavícula y le costó mucho volver a coger el ritmo. Pero en cuanto la balanza se estabilizó, su participación le contentó en exceso.
Unas Olimpiadas que recuerda con mucha alegría. Padrones explica que su entrada a la meta fue su peor y su mejor momento, aunque sin duda lo califica como «impresionante». «Estaba malísima, pero entré llorando con toda la emoción», añade. Tanta conmoción que no lograba saber en qué posición habían finalizado. «En ese momento no sabía que puesto teníamos, pero sí sabía que teníamos una medalla», comenta. Así, Elena y José Ángel se subieron al pódium estadounidense con un bronce colgado del cuello. Una medalla que no esperaba poder llegar a conseguir, pues la favorita de la Selección Española era la granadina María Belén Pérez, quien finalmente se alzó con la plata.
Su participación en los Juegos Paraolímpicos le aportó una gran lección de vida; quien la sigue la consigue. «Hay que trabajar y disfrutar a la vez, no solo es ir a saco a ganar», detalla. Fue la única vez que disputó una competición de esta índole, pero no la primera a la que acudió. Disfrutar de las pruebas de las Olimpiadas de Barcelona de 1992, como espectadora, le hicieron engancharse más a este mundo.
Tras esta gran cita, tan solo volvió a correr una competición más en España y cambió la carrera deportiva por la carrera de maternidad. En la Selección nadie sabía de su embarazo, y se vio obligada a contarlo. «Sufrí un robo en la habitación durante el campeonato, me dio un ataque de ansiedad, querían darme un medicamento pero no podía tomarlo al estar embarazada», menciona. Una noticia que sorprendió a muchos ya que acababa de ganar el campeonato.
Tras dar a luz a su primer hijo se replanteó volver al deporte y dedicarse profesionalmente al ciclismo adaptado, pero pocos años después volvió a quedarse encinta y continuó de manera amateur. Sin embargo, debido a una mayor pérdida visual, tuvo que abandonar su afición pues ya no solo suponía un gran riesgo para ella, «sino también para los demás», cerciora.
Pero aunque Elena no continúe en este mundo, anima a otras personas con discapacidad a llevar a cabo alguna actividad física a modo de terapia. «A veces nos retraen ciertas cosas, nos da un poco de miedo salir al exterior, pero el deporte te transforma, te hace ver que eres capaz de hacer muchísimas más cosas de las que te creías», manifiesta. Y es que, tal y como comenta, aquellos «llamados entre comillas discapacitados» son capaces de mucho.