De la heroicidad como una tarea humilde
Las Novelas ·
En este libro «Delibes critica la propensión violenta de la sociedad de entonces y lo absurdo de la heroicidad bélica»Santiago Rodríguez Guerrero-Strachan
Valladolid
Sábado, 12 de diciembre 2020, 08:48
Cuenta Fernando Fernán Gómez en sus memorias 'El tiempo amarillo', que una señora le señaló que los españoles, a pesar del tiempo transcurrido desde la Guerra Civil, seguimos viviendo obsesionados por ella. Ello explica la cantidad de obras que se han escrito sobre la misma. Para los escritores que la vivieron era un modo de explicarse aquello –la 'gorda', como dice una de las protagonistas de 'Madera de héroe'–. La 'gorda' es algo que viene anunciándose desde muy pronto en la novela, como si todos supieran que es inevitable; la auguran, eso sí, los personajes pudientes de una novela narrada desde la mirada de un niño que va creciendo y alcanza la edad para alistarse a la Armada justo cuando la guerra comienza.
Lo singular de 'Madera de héroe' –lo que la distingue de tantas otras representaciones de la Guerra Civil que hemos leído o que hemos visto en el cine– es la reflexión sobre el heroísmo. Gervasio es un niño llamado a grandes hazañas heroicas desde el día en que su abuelo descubre los repeluznos que sufre cada vez que escucha música militar. Hijo de una familia de postín de Valladolid –en la que no faltan personajes bohemios como Telmo, su padre, médico naturista a comienzos del siglo XX, o los tíos Adrián y Norberto, dueños de una mercería, que recorren alegres en una Norton la ciudad antañona durante la República– Gervasio tiene una mejor relación con su abuelo León, carlista a machamartillo, o su tío Felipe Neri, también ultramontano, que con su padre, o con sus tíos.
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A raíz de los primeros repeluznos, Gervasio se pregunta qué es ser un héroe y si cualquiera lo puede ser. Un héroe no es solo aquel que realiza de manera abnegada una acción que entraña un riesgo. El héroe ha de tener una buena causa, le dicen en casa, casi anunciando lo que vendrá más tarde. El protagonista vive esperando el momento en que llegará a serlo, se complace en esa promesa anunciada. Las horripilaciones, que suelen ocurrir de manera fortuita cuando está con otros –y que causan el asombro de su familia– él las provoca en la soledad al escuchar las marchas militares en el gramófono. En estas escenas ridículas Delibes critica la propensión violenta de la sociedad de entonces y lo absurdo de la heroicidad bélica. Cuando Gervasio comienza la instrucción en el buque escuela se revela lo ridículo e impostado de su naturaleza heroica. Ahí se da cuenta de que en el fondo todo ha sido una ensoñación pues ni tiene la apostura del militar ni mucho menos el coraje. Aun así, hasta el momento en que de verdad entra en combate, no ceja en su empeño. Al final entiende que el heroísmo no es el ardor guerrero sino la generosidad que ha de guiar a uno en la vida, una reflexión que forma parte del humanismo cristiano que guió la vida de Delibes y que informa su obra, y que hoy, cuando algunos retoman la exaltación sentimental de la política gestual, vuelve a ser necesario tenerla presente.